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tribuna abierta

El K-pop y la eterna pregunta por el mal

Las microdecisiones nos configuran moralmente, pero no nos definen por completo. Siempre cabe la redención

Raquel Cascales

A primera vista, 'KPop Demon Hunters' (Kang y Appelhans, 2025) podría pasar por una película de 'anime' adolescente, un entretenimiento más de la sociedad del espectáculo, pero detenerse en esta capa superficial sería quedarse corto. Tras ritmos pegadizos, la película esconde el auge de la ... cultura coreana, una llamada de atención sobre la situación psicológica de nuestra sociedad y, por último, una reflexión filosófica sobre las elecciones vitales. En el nivel inmediato, la película ofrece un despliegue visual y sonoro propio del K-pop: coreografías milimétricas, estilismos llamativos y un ritmo sin tregua. Las protagonistas encarnan distintos perfiles: guerreras con rasgos diferenciados, simpáticas y divertidas, capaces de conectar con públicos muy diversos. La película, de hecho, ha tenido una buenísima acogida en Occidente, pese a que no renuncia a una estética y simbología profundamente coreanas. Y, precisamente, ahí radica el éxito del 'soft power' coreano. Este país ha conseguido que lo situemos en el mapa gracias al consumo de su industrial audiovisual (es evidente el auge de los 'Korean Dramas'), así como de su industria musical. A través de ellas se proyecta una imagen vibrante y atractiva al mundo, que se expande a otros ámbitos como la cocina o la belleza. No obstante, esta estrategia tiene su reverso: la explotación de los 'idols', la sexualización de menores y la presión inhumana de un sistema que convierte a sus artistas en productos.

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