PERDIGONES DE PLATA
El valor
Para reconocer cierta cobardía se necesita notable arrojo
Mamarrachismo viejuno
La pasta y los impuestos
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Iniciar sesiónAlgunos preferimos militar en el bando de los cobardicas porque entendemos que, el miedo, es el fiel compañero que te impide cometer estupideces. Digamos que lo nuestro es una cobardía con retranca pespunteada por la justa y saludable desconfianza que nace de la inmortal boina. ... De todas formas, nos confesamos cobardes, también, por razones entre sentimentales y místicas, por jugar a la contra en este mundo plagado de corajudos de boquilla o de valientes de salón, bravos elementos que, luego, en cuanto sopla el viento desfavorable, gimotean sin pudor muy a lo Tartarín de Tarascón. En cualquier caso, para reconocer cierta cobardía se necesita notable arrojo.
Los pusilánimes de corazón, estos días, hemos sufrido un importante asombro ante un tipo tan bizarro como Kiko García, el director técnico de La Vuelta ciclista a España. Ante el aquelarre que los violentos le montaron al equipo de Israel, pide sin disimulo a los ciclistas que representan aquel país su abandono, así se evitarían problemas. Muy bien, semejante muestra de gallardía merece nuestra admiración. Mejor todavía: si imitamos ese método, el de huir como gallinas a la primera cuando los cafres pretenden sentar su ley, pues a ver qué culpa tienen esos deportistas frente a la guerra de Gaza iniciada por Hamás, nos ahorraremos disgustos. ¿Un criminal viola a nuestra esposa? Pues nada, sólo cabe rogarle que acabe pronto para poder llevar a la víctima al hospital. ¿Un ladrón invade nuestra morada por la noche? Pues oye, le preparamos un gintonic mientras saquea nuestra intimidad, y si su asalto se produce en invierno, conviene enchufarle la calefacción no sea que se resfríe el pobrecillo. ¿Pillamos a un mangui robando nuestro coche? Pues qué cosas, le suplicamos que se ponga el cinturón y que respete el límite de velocidad no sea que el radar nos multe. Esquivaríamos infinitos desacatos permitiendo que los malos consigan su botín. La audacia del director técnico de La Vuelta supone un miserable ejemplo que supera de largo nuestras raquíticas cobardías.
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