perdigones de plata
El protegido
Una nutrida escolta, además, es otro símbolo de poder junto con el avión, el coche oficial y la ristra de pelotas que le acompañan
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Si como afirman el roce hace el cariño, la distancia fertiliza el olvido y la lejanía provoca desafección. Sánchez se blinda por tierra, mar y aire porque su escolta aumenta. Establece una masa de carne compacta y cachas entre él y el resto, levanta ... una gran muralla para levitar por encima de la chanzas que el personal le dedica con el horizonte de vergonzosa amnistía pespunteada de indultos sureños.
Los que más hablan del pueblo, de la gente, de los ciudadanos y del bienestar de los animalitos, no lo olvidemos, luego se apartan porque el contacto con la piel del prójimo, acaso con su sudor, les confunde e incluso les asquea. La gente está muy bien siempre y cuando no cruce el perímetro de seguridad, que a lo mejor va y a uno esa mañana le huele el aliento y nos fastidia el desayuno justo ante de maquinar cómo mantenernos en el poder. Mick Jagger, Beyoncé, Madonna y otras celebridades galácticas portan guardaespaldas por razones de seguridad, para evitar a un tarado como el asesino de Lennon, pero sobre todo utilizan a sus pretorianos para espantar a los pelmas, a los pesados profesionales que pretenden colarles una canción de su hijo melódico, a los que intentan proponerles un disparatado negocio para que suelten la pasta, a los que tratan de embaucarlos para un gala benéfica que después les lucra subterráneamente los bolsillos. Si moran en torres fortificadas es para evitar el plúmbeo peligro de los viscosos pelmas, esa raza de inaguantables. Con Sánchez se abre una nueva vía que supera la protección contra criminales y buscavidas grasientos, él busca regatear el rechazo de la calle que, mediante chiflidos y abucheos, expresa su repulsa. Sólo desea contacto con los que le obedecen empleando fidelidad perruna, con los que le susurran palabras de amor y con los que le dicen lo guapo y listo que es. Una nutrida escolta, además, es otro símbolo de poder junto con el avión, el coche oficial y la ristra de pelotas que le acompañan. Pero el calor que brota del asfalto nunca lo podrá abrazar. Qué pena.