Perdigones de plata
Perder peso
Hay quien asegura que si pierdes peso así de sopetón te abandona la alegría
La santa
Democracia tullida
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Iniciar sesiónLa delgadez extrema suele destilar la elegancia decadente del aristócrata arruinado o indicar la descascarillada presencia de un mellado yonqui superviviente de los rigores noventeros. Pero estamos observando otro tipo de acusada delgadez, justo ahora cuando, de nuevo, hemos fallado en la tradiconal operación bikini ... porque otra vez nos hemos despistado, y es la del que se torna flacucho en un suspiro por culpa de los disgustos que nacen de la política. Sánchez se nos está quedando translúcido. Nunca lució fondón, fanegas o gordinflas, desde luego, pero ahora, si se dejase larga barba, pasaría por un eremita de los que se alimenta a base de rastrojos y sólo los domingos.
Más llamativo ha sido el caso de Ábalos. Sin necesidad de chutarse Ozempic, me huele, ha perdido una considerable porción de kilos. Si antaño mostraba un panza pimpante, alegre, muy cervantina, incluso simétrica en su forma de media esfera, hoy apenas exhibe una barriguita fláccida, amustiada, como en sútil retirada por culpa del bochorno sufrido. Los primeros informes del reciente entrullamiento de Santos Cerdán apuntan que «va cabizbajo y come poco». Los latigazos que la vida nos depara actúan, pues, de método infalible para sellar la garganta y zampar lo justo. ¿Adelgazará mucho o poco tras embarrancar intramuros? Siento curiosidad, qué quieren. Tanto ayuno intermitente, tanta dieta a base de esto o de aquello, tanto aterrador régimen a base de aburridas ensaladas, pero luego, lo infalible te sacude cuando la conjunción astral en forma de grabaciones espesas precipita la tormenta de marronazos sobre tu chepa. Ahí se evapora el hambre, no falla. Perder peso es la aspiración del primer mundo que necesita caminar pinturero para alardear en las redes sociales esgrimiendo sonrisa algo demente. Sánchez, Ábalos y quizá Cerdán lo han conseguido por la vía rápida. El peso de la ley destruye la grasa sobrante. Claro que, también hay quien asegura que si pierdes peso así de sopetón te abandona la alegría. Y bastante tristes sí se les ve. En fin.
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