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perdigones de plata

Mentiras

La pataleta de unos desmoralizados socialistas acusando de mentiroso a Feijóo no es sino fracaso asumido

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Ramón Palomar

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SI los nietos que trasteábamos junto a los dominios de mesa camilla de la abuela cometíamos el error de soltar un «¡eso es mentira!», sabíamos que nuestra integridad corría un severo riesgo. La palabra 'mentira' era tabú para la abuela. Proponía el uso de eufemismos ... tales como «eso no es verdad». Poseía la abuela un giro de muñeca envidiable capaz de colarle una bola a Carlos Alcaraz sobre la red, si se hubiese dedicado al tenis, claro. La velocidad de su brazo catapultado igualaba en rapidez a la de aquel joven Conor MacGregor que antaño machacaba a sus rivales en la jaula o que, en la actualidad, le enchufa un humillante 'tuit' a una ministra nuestra por su condición de ciclista de saldo. Y su puntería… Ni Guillermo Tell atravesando la manzana. Lanzabas un «¡mentira!» contra ese repelente primo hermano que, en efecto, mentía, y la abuela proyectaba un revés terrible contra tu rostro. Si te acertaba en el labio con su solitario, lo poco que salvó de la rapiña de las milicianas, te lo partía y sangrabas escocido durante un rato. Pero nadie se quejaba. La abuela se había chupado la guerra civil y la posguerra. Eso merecía un respeto.

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