Perdigones de plata
Larga duración
Las comidas de trabajo de larga duración son otro timo de los tiempos modernos
El valor
Mamarrachismo viejuno
Ahora que nadie escribe cartas, de vez en cuando salta la liebre y alguien nos regala una «carta abierta» que enternece porque proyecta una necesidad epistolar ajena a la época actual. Maribel Vilaplana comió con el 'president' Mazón aquel terrible día que nunca olvidaremos. La riada mataba mientras él atendía otros asuntos junto a una periodista ... que tuvo la mala suerte de yacer ahí, justo ahí. Lo que de verdad me asombra viene cuando descubrimos que estuvieron hasta las 18.30 o las 18.45. Largarse de almuerzo y terminar a esas horas preñadas de hostilidad vespertina aplasta mi débil carcasa. Qué horror. A esa hora inhóspita ni vas ni vienes. Te arrebatan todo lo que podrías hacer esa tarde porque sales atolondrado. ¿Es de día o de noche, dónde estoy, quién soy? Sufres ese horario tonto que no sirve para nada, como mucho para ir al gimnasio, pero a ver quien encauza sus pasos hasta el territorio de las mancuernas tras una comilona y una charla tan extensa como el instrumento laboral de aquel Rocco Siffredi.
Las comidas de trabajo de larga duración son otro timo de los tiempos modernos. Mire usted, o trabajo o trago manjares en buena compañía. Hace lustros que decidí renunciar a la estafa de la comidas de trabajo, se acabó embaucarme. Porque hablar de asuntos serios se guardaba para el final, para esa copita que remataba los alimentos, y despachaban el importante asunto en un suspiro: «Bueno, ¿entonces estamos de acuerdo, no?». A esas alturas siempre me conformaba con todo porque mi abotargada mente sólo podía pensar en la siesta, en la siesta que me habían robado porque a esas horas tardías jamás podría sestear con la conciencia limpia.
Los peores negocios los he pactado en aquellas tertulias donde me derrotaban por cansancio y tedio. Usted me alarga la comida y le firmo lo que quiera porque ya me ha vencido y sólo quiero huir de esa emboscada. Cuando me proponen una comida de trabajo les contesto que la cambio por una merienda. Me miran como si estuviese loco cuando, en realidad, sólo aporto cordura.