PERDIGONES DE PLATA

La gran babucha

Si usted viene a Europa, lo mínimo sería permitir al prójimo que se vista a la europea o como le apetezca

Un 'mil homes'

Necesitan tiempo

El Tánger de los setenta segregaba todavía un poso postcolonial emparentado con el perfume contrabandista de los buscavidas que allí acudían y con el jolgorio de los intelectuales progres que, para homenajear su lado abyecto, compraban niños aprovechando el hambre de sus padres. Eso ... lo averigüé más tarde, que de crío uno no se enteraba, por suerte, de esos cambalaches hediondos. Tánger, para los ojos del chaval que uno era, suponía un pintoresco parque de atracciones.

Sí recuerdo que las chicas marroquíes que pisaban las aulas del instituto español Severo Ochoa, donde mi padre ejercía de catedrático, vestían a la europea y lucían el maquillaje, sombra aquí y sombra allá, propio de su edad. Tánger resultaba más cosmopolita, en aquel tiempo, con los Rolling Stones de pendoneo para ponerse ciegos a base de porros, que la mayoría de las grandes ciudades españolas. Hace mucho que no lo visito, así que ahora no sé. Me cuentan que hoy es una urbe fronteriza, una suerte de Tijuana justo frente a Algeciras. En Francia acaban de mandar al hospital, tras una paliza, a un chica musulmana porque, máxima ofensa, «vestía a la europea». No conviene, cree uno, recurrir a sesudos floripondios mentales para intentar justificar la bestial agresión. Me parece que todo destila sencillez, o por lo menos que deberíamos de apostar por el sentido común aún a riesgo de caer en el tono simplón; esto es, si usted viene hasta Europa, lo mínimo sería permitir al prójimo que se vista a la europea o como le apetezca. Pero si usted, amigo que vino aquí porque, seguramente, algo fallaba en su país, necesita imponer su visión, pues vuélvase a casa y déjenos en paz. Aquel Tánger setentón de recovecos misteriosos, jazz en el sótano del cine Mauritania y fiestas en el casoplón de Barbara Hutton, era un prodigio de convivencia y las nativas vestían a su guisa. Ahora, en la anquilosada Europa, llevarán las prendas talegueras que les obliguen sus paisanos cafres. Europa, a este paso, mutará en gran babucha de destino en lo universal.

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