Suscribete a
ABC Premium

Perdigones de plata

Atrevida ignorancia

Como me paguen la hipoteca yo me vendo. Y rapidito

Contante y sonante

Un hombre de blanco

Ramón Palomar

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Allá por la prehistoria, remoloneaba en un garito peculiar cuando, de repente, entró un tipo algo bajito pero con cara chunga que esgrimía una escopeta de caza de cañones respetables. «¡Os voy a matar!», gritó. En menos de medio segundo los parroquianos, emulando un 23F noctívago ... , se arrojaron contra el suelo, galoparon hacia el cuarto de baño para encerrarse componiendo una montonera sanferminesca y se colgaron de las lámparas como vampiros. Viví aquello como si mirase una película de Rohmer, o sea muy frío y padeciendo aburrimiento infinito. Recuerdo que apenas me moví de la barra, apoyado muy digno y profesional gracias a mis codos. Aquel matón de talla jibarizada, al observar el desparrame, se asustó y desapareció. Sospecho que no imaginaba causar tanta sensación en tan escaso tiempo. Lo mío no fue el valor que lucieron Suárez, Gutiérrez Mellado o Carrillo, sino una mezcla de reflejos atrofiados y de inconsciencia rotunda.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación