Perdigones de plata
Armas blancas
Los actuales acuchilladores sufren una lamentable carga de fanatismo
Eviscerar la cartera
Profesionales del odio
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl cuchillo se ha convertido en la katana doméstica del que mama de la teta de Daesh para adquirir el prestigio grasiento del terrorista que no es sino repugnante larva de cerebro achicado. Cualquier rastro de sofisticación se evaporó cuando descubrieron que un simple cuchillo, ... acaso un afilado cuchillo de cocina de aquellos que anunciaban en la teletienda de Chuck Norris, supone una letal guadaña que cercena la garganta de los inocentes que paseaban ajenos al destino final que les aguardaba. Alemania, el año pasado, sufrió 14.000 ataques con cuchillo.
«Eso no me lo dices en la calle» representaba la frase que te ponía entre la espada y la pared, entre el honor o el deshonor, entre la gloria o el fracaso. Si pisabas el asfalto frente a ese bar bronco, el reparto de galletas estaba asegurado. La gente se pegaba, sí. Formaba parte del ritual y nadie prestaba excesiva atención. Unos cuantos mamporros fruto del calentón etílico y asunto arreglado. Pero que recuerde, jamás vi el brillo de una navaja ni, mucho menos, el fino acero de, por ejemplo, un cuchillo jamonero. No existía ideología en aquellos lances, ni traumas basados en la religión, sólo chulería barata, matonismo tabernario, sobredosis de testosterona y escasa inteligencia. Los actuales acuchilladores, en cambio, sufren una lamentable carga de fanatismo, en general musulmán, que les transforma en basiliscos deseosos por encontrar tras su misión de sangre a su dios en un paraíso plagado de macizas virgencitas que les esperan con los brazos abiertos. De momento, por aquí, la Ertzaintza no detendrá a quien exhiba o amenace con armas blancas. Singular decisión, en efecto, que puede acarrear curiosas consecuencias. A lo mejor, en el territorio donde se ocupa de la ley la policía vasca, convendrá salir a la calle, por si las moscas, con un florete de mosquetero, con una réplica del sable del general Custer o, ya puestos, con algo parecido a la Tizona del Cid. Al fin y al cabo son armas blancas que, desde luego, destilan un enorme poder de disuasión.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete