pincho de tortilla y caña
No se puede
Fuera del ámbito independentista, el cabreo se extiende también por los predios de la extrema izquierda
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A las habilidades que Sánchez había acreditado durante su carrera política hay que sumarle una que nos va a salir por un ojo de la cara: la de enojar a todos sus socios de una sola tacada. Una semana después del miércoles esperpéntico en que la legislatura estuvo a punto de naufragar ... en la plaza de la Marina Española todavía no está claro cuál de todos los actores del vodevil –ERC dixit– es el más cabreado de todos. Junqueras y Ortúzar han quedado como los pagafantas del conglomerado Frankenstein. Le brindaron su apoyo al Gobierno sin pedir nada a cambio, al menos que se sepa, y ahora tienen a Puigdemont riéndose en su cara a mandíbula batiente. Menuda bisoñez. Él, en cambio, no ya por votar que sí, si no por no votar nada en absoluto, le sacó hasta la hijuela. Turull, que no se sabe si disfruta más arrodillando a Sánchez o humillándolo cuando lo tiene de hinojos, dijo que en vista de que en Moncloa les daban todo lo que pedían no tuvieron más remedio que morderse las ganas de votar que no y salvar la honrilla presidencial en el tiempo de descuento. Aragonés, como una hidra, cogió el teléfono y le dijo a Bolaños del mal que iba a morir si no empezaba a desinflar la euforia de Junts. Dicho y hecho. Llevamos siete días escuchando piar a los pájaros del banco azul que las cosas no son como las está vendiendo la embajada de Waterloo a la prensa catalana. Que todo está por concretar y que ya veremos en que queda la cosa, como decía Romanones, cuando se redacten los reglamentos de rigor.
Ahora la lucha consiste en aclarar si es más pardillo el que no saca tajada inmediata del apoyo al PSOE o el que vende como un éxito arrollador un cargamento de cajas llenas de humo. No sé quién ganará esa competición ante la opinión pública catalana, que es el único tendido al que miran los diestros del mano a mano, pero me apuesto el pincho de tortilla y caña de esta columna a que, cuando toque ascender el Himalaya presupuestario, uno y otro van a abusar de la prodigalidad del Gobierno hasta dejar a España entera más tiesa que la mojama. Fuera del ámbito independentista, el cabreo se extiende también por los predios de la extrema izquierda. Al enfado supino que tiene Sumar con Podemos por haber acuchillado en público a Yolanda Díaz se añade ahora el que tiene con el PSOE por no parar en seco el discurso racista que los voceros de Junts han desplegado en los últimos días a propósito de la inmigración. ¿Qué es peor –cabe preguntarse escuchando sus proclamas– tener a Abascal como vicepresidente sin competencias en materia migratoria o a Puigdemont como titiritero xenófobo de un presidente pelele? Vaya lío. En el PSOE también hierve la sangre. «Si las cosas fueran bien —les dicen algunos diputados a los chicos de la prensa— se nos notaría en la cara». Así, musitan sombríos mientras se llevan las manos a la cabeza, no hay quien gobierne. 'No, we can't'.