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pincho de tortilla y caña

No se puede

Fuera del ámbito independentista, el cabreo se extiende también por los predios de la extrema izquierda

Blanco o negro (11/1/24)

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Luis Herrero

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A las habilidades que Sánchez había acreditado durante su carrera política hay que sumarle una que nos va a salir por un ojo de la cara: la de enojar a todos sus socios de una sola tacada. Una semana después del miércoles esperpéntico en que la legislatura estuvo a punto de naufragar ... en la plaza de la Marina Española todavía no está claro cuál de todos los actores del vodevil –ERC dixit– es el más cabreado de todos. Junqueras y Ortúzar han quedado como los pagafantas del conglomerado Frankenstein. Le brindaron su apoyo al Gobierno sin pedir nada a cambio, al menos que se sepa, y ahora tienen a Puigdemont riéndose en su cara a mandíbula batiente. Menuda bisoñez. Él, en cambio, no ya por votar que sí, si no por no votar nada en absoluto, le sacó hasta la hijuela. Turull, que no se sabe si disfruta más arrodillando a Sánchez o humillándolo cuando lo tiene de hinojos, dijo que en vista de que en Moncloa les daban todo lo que pedían no tuvieron más remedio que morderse las ganas de votar que no y salvar la honrilla presidencial en el tiempo de descuento. Aragonés, como una hidra, cogió el teléfono y le dijo a Bolaños del mal que iba a morir si no empezaba a desinflar la euforia de Junts. Dicho y hecho. Llevamos siete días escuchando piar a los pájaros del banco azul que las cosas no son como las está vendiendo la embajada de Waterloo a la prensa catalana. Que todo está por concretar y que ya veremos en que queda la cosa, como decía Romanones, cuando se redacten los reglamentos de rigor.

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