TIEMPO RECOBRADO
Spinoza contra el puritanismo
La lectura de este filósofo me parece más obligada que nunca porque su obra fue, es y será un alegato en favor de la libertad de pensamiento
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Iniciar sesiónBaruch Spinoza fue excomulgado del judaísmo cuando tenía 24 años. Fue tachado de hereje en 1656 en Ámsterdam, su ciudad natal, lo que le obligó a trasladarse a La Haya para ganarse la vida como pulidor de lentes. Antes de morir tras haber cumplido los ... 44 años, tuvo tiempo para escribir su 'Ética', una de las obras más importantes de la historia de la Filosofía.
Spinoza sufrió en sus carnes la intolerancia de la época. Repudiado por la religión de sus padres, también sufrió la persecución del calvinismo que le consideró un pensador heterodoxo que cuestionaba los dogmas del cristianismo.
La lectura de este filósofo me parece más obligada que nunca porque su obra fue, es y será un alegato en favor de la libertad de pensamiento y una crítica de las verdades oficiales que nadie se atrevía a cuestionar en su tiempo.
Spinoza defendió que la ética individual debía estar inspirada por la fe en Dios, pero afirmó que la ciencia y la organización política de la sociedad tenían que regirse por la razón. La religión nada tenía que decir sobre la ley de la gravedad o sobre la forma de gobernarse de los hombres. La función esencial del Estado es garantizar la libertad, sostuvo. Y enfatizó que la filosofía debe actuar con autonomía de la teología.
En unos tiempos en los que domina el discurso de lo políticamente correcto y en los que triunfan las ideologías de género, en una época donde la identidad se utiliza como excusa para menospreciar la igualdad, los escritos de Spinoza tienen tanta actualidad como en la República holandesa del siglo XVII.
El pensador de Ámsterdam nos previene de los peligros de esta vuelta a una visión uniforme de la realidad y de la imposición de dogmas que ahogan la libertad de cada individuo para pensar con libertad. De vivir hoy se hubiera desmarcado de este neopuritanismo que pretende incluso sancionar las miradas.
Spinoza pagó un alto precio por sus ideas y sólo tuvo la comprensión de una pequeña minoría ilustrada que reivindicó su obra. Acabó sus días en una modesta habitación, llena del polvo que se desprendía al pulir lentes. Pero jamás abdicó frente a la autoridad ni cedió a las presiones para que desistiera del cuestionamiento de las verdades del calvinismo.
Han cambiado muchas cosas desde entonces, la Inquisición es un vestigio del pasado y el derecho a la libre expresión es un principio consagrado en las democracias parlamentarias. Pero desgraciadamente lo que no ha desaparecido es la tentación del poder de decirnos cómo tenemos que vivir y cómo tenemos que pensar. Ello ha vuelto a retrotraernos a una autocensura, mucho más sutil que la que existía en el franquismo. Hoy ya no se excomulga o castiga a nadie, pero se le estigmatiza por sus opiniones si se atreve a poner en duda los dogmas de lo políticamente correcto.
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