tiempo recobrado
Un precedente peligroso
Sostengo que la defensa de la libertad de expresión pesa más que las molestias que ocasiona
Cuando lo singular se torna privilegio
Cruzar los límites
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Iniciar sesiónCuando empecé a trabajar en los años 70 estaba vigente la ley de prensa de Fraga, aprobada en 1966. Era una norma que suprimía la censura previa, pero permitía a la autoridad gubernativa secuestrar un periódico sin intervención judicial. Abusando de sus prerrogativas, el régimen ... cerró el diario 'Madrid' y secuestró publicaciones como 'Triunfo' y 'Cuadernos para el Diálogo'.
Los que empezamos en la profesión en aquella época sabemos lo importante que es la prensa libre y la libertad de expresión para denunciar los abusos del poder y, sobre todo, para que haya una pluralidad real en la sociedad.
He escrito en estas páginas que la libertad de expresión conlleva siempre el riesgo de que existan excesos. Vemos casi a diario como circulan los bulos y observamos los abusos de quienes convierten la información en un instrumento de mentira o difamación. Ello no significa que estas conductas queden impunes, ya que existen los delitos de injurias y calumnias tipificados en el Código Penal. Además, hay una legislación que permite actuar en defensa del honor por la vía civil.
El PSOE impulsa ahora un cambio en el reglamento del Congreso para expulsar a Vito Quiles y Bertrand Ndongo por entender que sobrepasan determinados límites, que perturban el orden y que provocan a los periodistas de otros medios. Hay una corriente mayoritaria en la profesión que respalda la iniciativa.
Aunque reconozco el carácter impertinente, provocador y poco riguroso de estas personas, sostengo que la defensa de la libertad de expresión pesa más que las molestias que ocasionan con su peculiar forma de ejercer el oficio. Como Voltaire, reivindico el derecho a la irreverencia.
No me parece justificable que sean los representantes de los partidos políticos quienes se arroguen el derecho a retirar una acreditación. Ni tampoco la presidenta del Congreso en el ejercicio de sus prerrogativas. A mi juicio, esto sólo podría hacerse mediante una orden judicial.
Soy consciente de que expulsarles no va a suponer una seria merma de la libertad de expresión, pero sí me parece muy peligroso que sean las fuerzas políticas las que tomen esa decisión. Esta potestad abre la posibilidad de que sea ejercida de forma arbitraria en el futuro para acallar voces críticas al sistema.
En última instancia, la presencia en el Congreso de estos activistas es una demostración de pluralidad y democracia, que son la esencia del Parlamento. La Transición fue una eclosión de libertades y tolerancia. Habría sido impensable hace más de cuatro décadas establecer este tipo de restricciones. Abogo por que puedan seguir molestando con sus astracanadas con el mismo derecho que tienen sus medios de difundir sus mensajes. Como apuntaba Voltaire, no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.
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