TIEMPO RECOBRADO
La política y los cuentos de hadas
Lo mismo que el valiente que mata al dragón para liberar a la princesa, los líderes se presentan como campeones de la justicia y la libertad
Estre Escila y Caribdis
España es diferente
No hay más que asistir a un debate parlamentario o escuchar un discurso de algún dirigente político para comprender la importancia del relato en los partidos. Hoy cada formación contrata expertos y asesores para fabricar eslóganes que atraigan la atención o seduzcan a sus potenciales ... electores.
Esto se hizo patente en la sesión de control de la pasada semana cuando Sánchez pidió cinco veces la dimisión de Ayuso por el fraude fiscal cometido… por su novio. Quedó claro que los argumentos daban lo mismo, lo esencial era el impacto del mensaje. Esta concepción de la política como relato que apunta a mover emociones es idéntica a la estructura narrativa de los cuentos, estudiada por el folklorista ruso Vladímir Propp, que llegó a la conclusión de que hay 31 elementos invariantes que subyacen en la estructura de las historias infantiles.
Lo que sostenía Propp en su 'Morfología de los cuentos', libro publicado en 1928, es que, aunque cambian los personajes y sus caracterizaciones, hay en los relatos para los niños una serie de «funciones» o temas que se repiten en todos ellos. Los protagonistas de los cuentos repiten siempre las mismas acciones.
La prohibición, la transgresión, las pruebas del destino, el malvado, el regreso del héroe y el casamiento con la princesa son elementos que subyacen en los cuentos. Igualmente, según sostenía Propp, estos temas están agrupados por fuerzas contrapuestas: el bien contra el mal, el premio y el castigo, la huida y la vuelta, el triunfo del amor frente a una maldición. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la política imita a los cuentos infantiles con una serie de elementos invariantes que se repiten de forma sistemática. Da igual la ideología, los partidos recurren a unos estereotipos que subyacen en sus relatos: la demonización del adversario, el autoelogio de lo propio, la predicción de la catástrofe si gana el oponente, la creencia en la posesión de una varita mágica para resolver los problemas, la división del mundo entre buenos y malos y así otros muchos elementos.
No es que la política se haya infantilizado, no es que la política se asemeje a la estructura de los cuentos, no es que el relato haya adquirido un carácter falsamente épico, no. Estamos hablando de otra cosa, de que la política es un cuento infantil sólo comprensible dentro de esos arquetipos que afloran en las historias para niños. No hay política sin esos elementos mágicos que tejen el discurso de los partidos. Lo mismo que el valiente que mata al dragón para liberar a la princesa, los líderes se presentan como campeones de la justicia y la libertad, nobles conceptos que tapan su ambición de poder y su convicción de que el fin justifica los medios. Las palabras y las promesas de los políticos son puros cuentos de hadas