tiempo recobrado
En el país de las maravillas
Ignoro el caso que el presidente hace a sus asesores, pero es obvio que su triunfalismo resta credibilidad a sus palabras
Leninismos
Cuando los escritores se desnudan
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Iniciar sesiónLo más llamativo en el balance realizado ayer por Pedro Sánchez es su triunfalismo. Ni la menor autocrítica, ni asunción de responsabilidades por la corrupción, ni mención alguna al mal funcionamiento de los servicios públicos. El presidente vive en el país de las maravillas.
Enumeró los datos que corroboran la buena situación económica, que, según sus palabras, es mérito suyo. En cambio, la corrupción, el apagón eléctrico, el colapso ferroviario, la falta de viviendas y la pobreza infantil son fenómenos sobrevenidos de los que él no tiene ninguna culpa. Más bien, su causa es la herencia recibida del PP hace siete años.
Insistió en que va a agotar la legislatura y que presentará un proyecto presupuestario en otoño. Su problema es que su mantenimiento en el poder depende de una agenda que ya no controla y de una mayoría parlamentaria rota e inestable. Desgraciadamente para él, su futuro depende de los informes de la UCO.
Ignoro el caso que el presidente hace a sus asesores, pero es obvio que su triunfalismo y su incapacidad para la autocrítica resta credibilidad a sus palabras. Es metafísicamente imposible que Sánchez lo ha hecho todo bien desde 2018. Podría haber reconocido errores y fracasos en políticas como la de vivienda, pero el presidente optó por repetir ese discurso vacuo que contradice la percepción de la gran mayoría de los ciudadanos.
El dirigente socialista enfatizó que los españoles han ganado un 9 por ciento de poder adquisitivo desde que él llegó a La Moncloa, algo que es falso por mucho que eche mano de las cifras macroeconómicas. Es obvio que la inflación ha mermado la capacidad de compra de los ciudadanos por no mencionar el ajuste salarial que muchos trabajadores han sufrido. Como decía el difunto Aguirre Gonzalo, no hay nada menos fiable y más fácil de manipular que una estadística.
La intervención de Sánchez aludió a un país imaginario, que sólo existe en su cabeza, salvo que la realidad hubiera mutado de la noche a la mañana como cuando Alicia exclamaba: «¡Que extraño es todo hoy! Ayer sucedía todo como siempre. ¿Habrá cambiado todo por la noche?». El país que Sánchez nos describió el lunes por la mañana nada tenía que ver con el del domingo por la noche.
¿A quién van a creer los ciudadanos? ¿A Sánchez o lo que ven sus ojos? Lo que ven es un PSOE azotado por la corrupción, una incapacidad manifiesta de sacar adelante las leyes, una España polarizada y una crisis de las instituciones sin precedentes.
La experiencia dicta que el mayor signo de declive de un Gobierno es la contradicción entre las palabras y los hechos, el momento en que la retórica se convierte en pura cháchara. Sánchez podrá alardear de cifras, pero ha perdido su credibilidad y su capacidad de liderar una alternativa que, según las encuestas, se ha desmoronado.
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