tiempo recobrado
El nuevo orden, según Donald Trump
Nuestro papel en este escenario es cero. Seremos un parque temático cultural y un continente con catedrales y museos. Y poco más
Una claudicación y una humillación para Europa
El carbunclo azul
Donald Trump no ha engañado a nadie. Lo dijo en su discurso en el Congreso el día de su toma de posesión: «Nada se interpondrá en nuestro camino». Seis palabras que definen su estrategia política, encaminada a recuperar la hegemonía estadounidense en un mundo ... multipolar. Trump quiere reconstruir la República Imperial que llevó a su predecesor William McKinley a declarar la guerra de Cuba a España y a anexionarse Filipinas y Puerto Rico.
Durante toda su campaña, Trump ha definido las líneas maestras de un nuevo orden internacional en el que Estados Unidos, por las buenas o por las malas, dictará las reglas de juego. Un escenario muy parecido al que emergió tras el final de la II Guerra Mundial. Hace 70 años, el antagonista era la Unión Soviética y hoy es China.
¿Qué papel juega Europa en sus planes? La respuesta es muy sencilla: ninguno. Lo que le pide a la UE es que valide las conquistas territoriales de Putin, que acepte que Ucrania no va a entrar en la OTAN y que seamos nosotros quienes sufraguemos la reconstrucción del país, cifrada en unos 500.000 millones de euros. Un plan en el que ha ninguneado a Zelenski y que supone una claudicación y una humillación para Europa.
En ese nuevo orden, la UE es un actor secundario. Tendrá que plegarse a pagar su propia defensa (Estados Unidos financia el 70 por ciento de la OTAN), a ver gravados sus productos y a secundar las políticas que se deciden en la Casa Blanca.
Joseph Nye, un profesor de Harvard, acuñó en los años 90 el concepto de «poder blando», que hacía referencia a que Estados Unidos podía seguir manteniendo su influencia en la escena internacional no por la fuerza de su Ejército sino por el comercio, la tecnología y la cultura que irradia el país. Nye se daba cuenta que el cine de Hollywood era un arma más potente que las divisiones blindadas.
Hoy Trump ha acabado con esa noción de «poder blando». Lo que practica es la persuasión por la fuerza o la amenaza, estrategia que le ha funcionado con Colombia y Panamá. A los aliados europeos sólo les queda aceptar los ucases dictados por el nuevo zar de la Casa Blanca.
Trump está poniendo las bases de un nuevo orden internacional que nada tiene que ver con el mundo bipolar que emergió de la Guerra Fría o tras la caída del Muro de Berlín. En esa jerarquía, sólo hay sitio para dos potencias imperiales: Estados Unidos y China. Putin le puede servir para debilitar a Europa.
Nuestro papel en este escenario es cero. Seremos un parque temático cultural y un continente con catedrales y museos. Y poco más. Esta es la cruda realidad de la que Europa, puesta ante sus contradicciones, debe partir para reinventarse. El amigo americano ha dejado de serlo. Estamos en un mundo hostil en el que es preciso cambiarlo todo para que todo siga igual. Aún hay remedio.
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