tiempo recobrado
Moción de censura
Es necesario tener pocos escrúpulos morales para contradecirse con tanto desparpajo y para presentarse como intérprete de la Constitución
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El fin del principio, no el principio del fin (10/11/23)
Me volvió a suceder. Cada vez que escucho a Sánchez siento perplejidad. El rechazo que me producen sus intervenciones va acompañado de un sentimiento de fascinación. Me explicaré: me molestan su falta de palabra y su desprecio por la verdad a la que vez ... que me admiran su impermeabilidad a la crítica, su resiliencia y su capacidad de fabricar relatos 'ad hoc'. Ayer convirtió la investidura en un alegato contra la derecha, haciendo lo que mejor sabe hacer: oposición a la oposición. O yo o el caos fue su mensaje.
Si tuviéramos que juzgar su actuación por su teatralidad, tendríamos que reconocer que su puesta en escena fue impecable. Entró al Hemiciclo con una expresión de felicidad, aplaudido por los suyos, con el gesto de quien ha ganado una maratón olímpica. Luego se presentó como un estadista que quiere la reconciliación para, acto seguido, atizar el odio y la confrontación. Siempre provocador no por maldad sino por puro cálculo. Frío estratega que logra sacar de quicio a sus oponentes sin eludir el insulto. Hay que ser muy hábil para tejer una alianza como la que se visualizó en el Congreso, pero también es necesario tener pocos escrúpulos morales para contradecirse con tanto desparpajo y para presentarse como intérprete de la Constitución. Nada le importó decir lo contrario de lo que dijo en su anterior investidura ni traicionar las promesas de campaña ni justificar una amnistía que era imposible. Y nada le importó sostener que el problema no es suyo sino del PP y Vox, que quieren hacernos retroceder a la era de las cavernas. La investidura se transmutó en una moción de censura.
La coherencia no existe en el gobernante que apeló a un «dilema existencial» para ocultar sus contradicciones y desviar la atención de lo esencial: el precio de la investidura. Algo que no le importa a un Sánchez que dedicó buena parte de su tiempo a formular reproches al PP como si Feijóo fuera el candidato.
El líder socialista es lo que es en cada momento. Él no cambia, lo que muta es la realidad. No hace más que adaptarse a las circunstancias. Lo contrario sería puro inmovilismo. Heráclito decía que nadie se baña dos veces en el mismo río. Sánchez ha convertido la política en puro devenir, en accidentalidad aleatoria.
El crudo intercambio dialéctico con Feijóo sirvió para evidenciar la legislatura que nos espera y el cainismo que está destruyendo la democracia en España. Jamás habíamos visto a un presidente de Gobierno reírse de su adversario.
Ya sé que Sánchez no es un filósofo ni un intelectual. Pero es un político que lleva en la sangre su instinto de supervivencia. La palabra dada no es más que un molesto obstáculo para sus fines. Nada le perturba porque él encarna el progreso y eso le legitima para hacer de la necesidad no virtud sino fuente de ley.