El jugador

Muchos de los sentimientos y las reflexiones de Aleksei que aparecen en la obra podrían reflejar la peculiar idiosincrasia de Pedro Sánchez, que a lo largo de toda su carrera nunca ha dejado de apostar muy fuerte en los momentos cruciales. El presidente es un jugador al que no le tiembla el pulso a la hora de responder a los desafíos. Ayer decidió convocar elecciones contra todo pronóstico y cuando nadie se lo esperaba.

Aleksei se juega todo su capital en apuestas sucesivas y gana una fortuna que luego pierde. El joven ruso afirma que se siente hundido «en una ciénaga» de la que no puede salir, siempre con la esperanza de una racha favorable que resuelva todos sus problemas. Pero lo esencial no es tanto lo que salga en cada tirada sino la insuperable emoción de jugárselo el todo por el todo, incluso la vida.

Esto es lo que ha hecho Sánchez a lo largo de su trayectoria y lo vuelve a hacer ahora tras una derrota humillante en la que el PSOE ha perdido una gran parte de su poder territorial. En lugar de aguantar seis meses para intentar dar la vuelta a la situación, ha optado por jugárselo todo a una última carta. O gana o pierde, sin término medio.

Sánchez confía en esa baraka que le ha sonreído hasta ahora. Lo tiene muy difícil, pero no imposible porque los números reflejan que ha sido derrotado en las municipales por tan sólo tres puntos, una diferencia salvable a lo largo de la campaña.

El presidente es un superviviente de la política. Siempre ha resucitado cuando todos le daban por muerto. Ahora intenta un más difícil todavía como Houdini, que lograba escapar dentro de una caja en la que estaba atado con gruesas cadenas. Su peculiar psicología le lleva a evitar una dolorosa agonía y las duras críticas que iba a tener que encajar a lo largo de estos meses. Una vez más, rojo o negro, todo o nada.

Su arrogancia, la traición a sus compromisos y sus alianzas han acabado por pasarle factura. Pero hay una cierta grandeza en este personaje que no se arredra en las situaciones más hostiles y que planta cara a un destino adverso.

Nada está decidido. También se le daba por muerto cuando tuvo que dimitir como secretario general en octubre de 2016. Y nadie esperaba que pudiera llegar a presidente con una moción de censura imposible. Ha desafiado la lógica y el calculo de probabilidades. Ahora vuelve a jugar cuando todo lo tiene en contra. Lo ha apostado todo. La ruleta ha empezado a girar, quizás por última vez.