tiempo recobrado
Inutilidad de la filosofía
Seguiré leyendo a los grandes filósofos y aprendiendo a pensar con sus textos. Lo que cuenta son sus preguntas y no las respuestas, el itinerario y no la meta
Insulto a la inteligencia
Nueva York
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Iniciar sesiónEscribe Paul Valéry en sus 'Cahiers': «¡Oh, filósofos! Lo que hay que dilucidar no son palabras como Dios, la materia, el mundo o la voluntad. Son las frases». Así es. La filosofía es un género esencialmente gramatical. Pensar es construir sintagmas. Los grandes filósofos ... han sido esencialmente buenos escritores. El pensamiento se asimila con la literatura. Si seguimos leyendo a Platón, Spinoza o Hegel es porque fueron capaces de acuñar nuevos sentidos de las palabras.
Decía Wittgenstein que el pensamiento es el lenguaje. Todo nuestro mundo conceptual está hecho de palabras. Dios es un término polisémico con infinitos significados. El filósofo vienés concluía que hay realidades de las que no podemos hablar porque el lenguaje tiene límites infranqueables.
Una idea que se desprende de su complejo sistema conceptual es que existe una homología entre las palabras y el mundo porque la conciencia está inmersa en un todo del que forma parte. Según Wittgenstein, los hechos tienen una estructura lógica que puede ser captada por el entendimiento.
Vuelvo a la cita de Valéry: filosofar es conectar palabras, construir frases, colocar los verbos y los pronombres en el orden adecuado. Pero la pregunta trasciende la propia reflexión y es la siguiente: ¿significan algo esas palabras? La historia de la filosofía gira en torno a este debate que nace con los sofistas en Grecia.
El fraile medieval franciscano Guillermo de Ockham concluyó que las palabras no significan nada o, mejor dicho, que no es posible llegar a conocer la realidad a través de las palabras. Llevando su lógica hasta el extremo, negaba la infalibilidad papal y defendía la autonomía del poder político sobre la teología.
Hombre de fe inconmovible y de una austeridad ejemplar, Ockham llegó a la misma conclusión que Wittgenstein muchos siglos antes: ninguna de las verdades trascendentales está al alcance del radio de la razón humana. Es la fe lo que nos permite acceder a ideas como Dios y la vida eterna.
Todas estas reflexiones me reafirman en que la filosofía nos ofrece refugio y consuelo y tiene un valor estético por sí misma, pero no nos proporciona ninguna certeza. El 'cogito' cartesiano me parece un desvarío digno de Don Quijote y no un principio que nos pueda llevar a parte alguna. No puedo concluir la existencia de la 'res cogitans' porque, como Descartes reconoce, podría ser un sueño inducido por un duende maligno.
Dicho todo esto, seguiré leyendo a los grandes filósofos y aprendiendo a pensar con sus textos. Lo que cuenta son sus preguntas y no las respuestas, el itinerario y no la meta. Ni lo real es racional, como sostenía Hegel, ni las ideas nos sirven de guía para afrontar las dolorosas realidades de la existencia. La filosofía no sirve para nada, es inútil. De ahí su profunda utilidad.
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