TIEMPO RECOBRADO
De la imposibilidad de comprender el mundo
Sólo sé que no sé nada es la gran verdad socrática en un universo donde no existen las verdades absolutas
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Iniciar sesiónHegel, el filósofo de la modernidad, sostenía que todo lo real es racional. Y afirmaba que la Historia progresa en el marco de una lógica absoluta que guía sus pasos. En su pensamiento latía la idea de que la Razón mueve el espíritu de los ... hombres y que, a través de la contradicción, impulsa el avance hacia el reino de la libertad y de la justicia.
El mundo en el que vivimos desmiente todos los días esta tesis optimista. La pandemia, la guerra de Ucrania, la emergencia de los populismos y los desastres humanitarios impugnan esa concepción de que hay un progreso lineal. La desigualdad en la condición humana sigue siendo brutal. Mirar al Angelus del presente suscita horror.
Los filósofos se han esforzado en comprender las leyes del cambio histórico. Desde Platón a Marx han erigido grandes sistemas conceptuales para explicar la evolución social y han intentado establecer unas categorías que nos permitan entender el mundo. Frente a Hegel, Marx creía que no era la Razón sino la estructura económica la que determina no sólo la realidad sino también la conciencia.
Estos sistemas presuponen la idea de un todo inteligible, de que hay unas pautas lógicas que rigen lo que nos sucede, sin considerar la influencia del azar y la aparición de 'cisnes negros' tan imprevisibles como el virus que tanto daño ha causado.
Los grandes pensadores se han dejado llevar por una ambiciosa y comprensible intención de reflexionar sobre la totalidad, centrando el foco sobre lo macro y dejando fuera de su campo de visión lo pequeño, lo insignificante, lo casual y no causal.
Los historiadores, obsesionados por explicar los fundamentos por los que estallaron los conflictos mundiales, han ignorado ese efecto mariposa que puede provocar que un hecho nimio suscite una gran catástrofe. A veces, como sucedió en la Revolución Bolchevique en 1917, la concatenación de factores imprevistos y decisiones equivocadas producen transformaciones radicales.
Resulta muy difícil entender lo global sin profundizar en lo pequeño. Puede que la interrelación de las moléculas en una gota de agua sea tan útil para explicar el mundo como las leyes del materialismo dialéctico. Pero eso queda fuera de la mirada de quienes mantienen una fe ilusoria en el todo.
Tendría fundamento admitir que la realidad es incomprensible y que, como decía David Hume, el principio de causalidad es un espejismo que se alimenta de un sesgo retrospectivo que confiere sentido a las cosas. Lo que nos pasa y lo que observamos en nuestro entorno obedece a una complejidad que enlaza lo grande con lo minúsculo y la necesidad con el azar. Sólo sé que no sé nada es la gran verdad socrática en un universo donde no existen las verdades absolutas. Algo paradójico e inaceptable en un mundo regido por certezas.
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