tiempo recobrado
'Hybris'
La clase política y los medios silenciaron su conducta porque temían que el descrédito del Jefe del Estado pudiera debilitar la democracia
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Iniciar sesiónAquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco. La frase es de Eurípides y encierra la profunda sabiduría de la tragedia griega. Los héroes caen a menudo en la desgracia tras cometer el pecado de la 'hybris', que no es más ... que la desmesura, la superación de los propios límites.
Los griegos creían que cada hombre debe asumir la parte del destino que le han concedido los dioses con sus dosis de felicidad y de dolor. A eso lo llamaban 'moira'. Al comienzo de los tiempos, los Crónidas determinaron la suerte de cada individuo. Heródoto escribe: «La divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición». En la Ilíada, observamos cómo la arbitrariedad de Agamenón contra Aquiles es la causa de una serie de desgracias para los aqueos en la guerra de Troya.
La 'hybris' está provocada por la falta de autocontrol, por sucumbir a las pasiones violentas, lo cual conduce inevitablemente a la 'nemesis', el castigo de los dioses. Hay una especie de fatalidad en la tragedia griega por la que los reyes y los héroes son continuamente sometidos a prueba y duramente sancionados por Zeus y los moradores del Olimpo.
Don Juan Carlos, el monarca emérito, es una víctima de la 'hybris'. Jugó un papel esencial para que la Transición fuera un éxito, apostó por una democracia parlamentaria con separación de poderes y se convirtió en una figura internacional con un prestigio que ningún otro dirigente español había tenido jamás.
La pregunta es por qué puso en peligro todo lo mucho que había logrado y cómo es posible que un Jefe de Estado cometiera los errores y las desviaciones de poder que le han llevado al exilio. No hay ninguna explicación racional más allá de esa 'hybris', que, como Heráclito subraya, ciega a los poderosos, a quienes la fortuna ha favorecido por encima de los demás.
Don Juan Carlos pudo cometer las irregularidades que han aflorado porque la clase política y los medios silenciaron su conducta. Y lo hicieron porque temían que el descrédito del Jefe del Estado pudiera debilitar una democracia que se estaba consolidando en España. Fue así y hay que reconocerlo. Juzgar lo que pasó entonces con los criterios del presente es caer en el error de valorar la historia con un sesgo retrospectivo.
Pero nada ello exculpa el proceder de un Rey que, con su conducta, ha minado la credibilidad de la institución, hereditaria y personal. El único activo de la monarquía es su imagen. Ha de ser ejemplar. Los actuales monarcas europeos se mueven en el marco que les traza la Constitución y ejercen simplemente una función simbólica.
Sería injusto no reconocer su contribución a que este país sea hoy mucho mejor que en 1975, pero eso no sirve de coartada para ponerse una venda en los ojos e ignorar el daño que ha causado.
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