tiempo recobrado

Gino Bartali, el valor del silencio

Durante la II Guerra Mundial entrenaba por las carreteras llevando documentación falsa en su tubular para salvar a judíos

Que elijan los jueces

La nostalgia ya no es lo que era

Mi afición al ciclismo nació a comienzos de la década de los 60 cuando mi padre me llevaba a ver la subida a Orduña y las carreras que pasaban por el norte de la provincia de Burgos y el País Vasco. Recuerdo a Bahamontes ... y Anquetil en una Vuelta a España que ganó el francés si no me falla la memoria. Durante muchos años, esperaba el comienzo del Tour en julio para disfrutar del final de las etapas que programaba TVE. Nunca podré olvidar la muerte de Tom Simpson en directo al escalar el Mont Ventoux en 1967. Desfalleció ante las cámaras y pudimos presenciar cómo era llevado inconsciente a una ambulancia. La dureza del ciclismo quedó plasmada de forma brutal.

Siempre me han interesado las leyendas de este deporte y especialmente la rivalidad entre Gino Bartali y Fausto Coppi, reflejada en un libro de Dino Buzzati, enviado especial al Giro. Ambos fueron rivales durante más de una década y escribieron las mejores páginas del ciclismo.

La admiración que siempre he sentido por Bartali resurgió el jueves pasado en la presentación del Tour, que empieza hoy en Florencia. Los organizadores homenajearon al corredor italiano, nacido en 1914 en Ponte a Ema, muy cerca del lugar donde se inicia la andadura de la 'Grande Boucle'.

Bartali era frío, calculador, elegante, religioso y de derechas. Coppi era de origen modesto, explosivo, mercurial y de izquierdas. Su rivalidad dividió a Italia de forma similar a lo que sucedió en España con Joselito y Belmonte. Tras su victoria en el Giro de 1936 con una superioridad apabullante, Bartali se convirtió en un símbolo del régimen fascista, que le convirtió en un icono.

Bartali ganó el Tour en 1938, pero el estallido de la II Guerra Mundial le impidió sumar nuevos triunfos en la ronda francesa hasta 1948. Coppi, cinco años más joven, se adjudicó el Tour en 1949, iniciando una racha espectacular de éxitos. Muchos le consideran el mejor escalador de la historia, por encima incluso de Bahamontes.

Durante el conflicto, Bartali entrenaba por las carreteras llevando documentación falsa en su tubular para salvar a judíos. Formaba parte de una red de la Iglesia católica que consiguió sacar de Italia a cerca de 800 hebreos. Nadie le paraba ni le interrogaba porque era ya una leyenda.

Bartali nunca dijo nada sobre esa gesta que superó su gloria deportiva. No se jactó ni le dio importancia. Fue tras su muerte cuando, debido a un hecho fortuito, se descubrió que el emblema del régimen fascista había sido un héroe oculto. El Gobierno de Israel le condecoró a título póstumo en 2013. No sé si le admiro más por su coraje que por su discreción.

Siempre fue un católico coherente con sus principios y ni siquiera se molestó en justificarse ante quienes le difamaban. Hoy como entonces, el valor de un hombre se mide por sus silencios.

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