tiempo recobrado
Los espejos y el amor
Me parece mucho mas relevante preguntarse sobre la naturaleza del amor, que es tanto como indagar sobre el sentido del ser
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Iniciar sesiónReleyendo a Louis Aragon estos días, vuelvo a topar con un poema dedicado a Elsa Triolet que me impactó en mi juventud: «Soy ese desgraciado comparable a los espejos/ que pueden reflejar pero que no pueden ver,/ como ellos mis ojos están vacíos y ... como ellos/ habitados por tu ausencia que les convierte en ceguera».
El poeta conoció a Elsa, una aristócrata rusa exiliada y amante de Maiakovski, en el ambiente bohemio de Montparnasse en los años 30. Fue un flechazo que les cambió la vida a los dos. «Es más fácil morir que amar», escribió Aragon. Así es. Como dicen sus versos, el amor es el reflejo en un espejo que no puede ser atrapado.
El poema de Aragon remite a la expresión de Jacques Lacan de que «amar es dar lo que no se tiene a quien no es». El psicoanalista sostenía que el enamorado busca llenar su propio vacío en la imagen sublimada de otra persona.
Esta idea se acerca mucho a lo que Stendhal llamaba «cristalización», que no es otra cosa que conferir cualidades ideales a la persona amada. En este sentido, todo amor es un engaño, una ilusión. El hombre sólo ama lo digno de ser amado, pero, como no existe, lo crea en su imaginación.
Decía Camus que la única pregunta indispensable en la existencia humana es si la vida merece la pena ser vivida o es mejor el suicidio. Me parece mucho mas relevante preguntarse sobre la naturaleza del amor, que es tanto como indagar sobre el sentido del ser. El amor es algo de naturaleza metafísica.
El discurso del feminismo radical sobre el cuerpo y el sexo me parece sencillamente simplista porque ignora esa complejidad que expresan los versos de Aragón. Hay un componente imaginario e inconsciente en el deseo que va más allá del reduccionismo que impera en las ideas de ese colectivo.
Bataille acertaba, al igual que su contemporáneo Lacan, al poner el énfasis sobre la relación entre el tabú, lo prohibido, la muerte y el erotismo. En definitiva, el amor tiene una estrecha relación con lo religioso en su sentido etimológico de apertura hacia la trascendencia.
Yendo hasta las últimas consecuencias, Lacan sostenía que el inconsciente es un lenguaje, lo que significa que el yo se objetiva al reconocerse en la exterioridad, al proyectarse hacia el otro. O mejor hacia lo otro, siempre inasible e inalcanzable. Ya señalaba Platón que el amor es la búsqueda de la unidad de dos seres escindidos. Eso es lo que hay detrás del mito de Eros y Psique, que destroza su vida al intentar ver el rostro de su amado dormido tras derramar una gota de aceite sobre la palma de su mano.
Volvamos a las palabras de Aragon: mis ojos están vacíos, habitados por tu ausencia. Es en esta carencia donde se inscribe la naturaleza del amor y su imposibilidad de colmarlo porque el deseo es infinito.
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