El ecosistema

Resulta difícil creer algunas de sus afirmaciones ante el juez, pero también parecían inverosímiles las primeras denuncias de tramas como Ibercorp, Filesa, los GAL, los ERE en Andalucía, Gürtel y Kitchen. En todos estos casos, las sospechas iniciales fueron confirmadas por investigaciones judiciales.

Parece de sentido común suponer una cierta veracidad en las palabras de Aldama porque su versión es autoinculpatoria. Él mismo se acusa de graves delitos, entre ellos, de cohecho. Si se demostrara que ha mentido ante el juez, se habría clavado un puñal en el vientre.

Hay que subrayar que la presunción de inocencia es esencial en un Estado de derecho y que, por lo tanto, incluso Ábalos y Koldo son inocentes hasta que no haya una sentencia. Los juicios paralelos son muy peligrosos.

Pero una cosa es la responsabilidad penal, que sólo los tribunales pueden establecer, y otra, la responsabilidad política. Sánchez, que presumió hace pocos días de dirigir un partido limpio, sigue sin asumir que «personajes» como Ábalos, Koldo y Aldama se cobijaron bajo el paraguas de las siglas del PSOE y se aprovecharon de su cercanía al poder.

El presunto cobro de comisiones y el tráfico de influencias fue posible gracias a que estas personas formaban parte de ese núcleo de poder cercano a Sánchez, que, por acción u omisión, es responsable de lo que hicieron quienes gozaban de su confianza. Si no tomó las medidas para impedir o denunciar esos abusos, ahora no puede lavarse las manos. Todo lo que le reprochó a Rajoy se vuelve contra él.

Sánchez ha desmantelado los controles, ha colocado a sus amigos en las agencias gubernamentales y el sector público, ha deslegitimado a los jueces y ha fagocitado las instituciones, creando el caldo de cultivo para que surjan personas como Aldama. Este tipo de «personajes» no surge por casualidad, nace y crece en un ecosistema como el propiciado por el presidente. Lo mismo que Gürtel sólo fue posible por una forma de entender la política en Génova.

Aldama existe porque ha sido útil al entramado que se ha desarrollado en torno a Sánchez y, en ese sentido, expresa una verdad difícil de negar: que la corrupción anidó en el seno del Gobierno. Al margen de su conocimiento, el presidente es responsable de las desviaciones de poder de Ábalos y su entorno.

Aldama es una criatura de Sánchez, tal vez un monstruo que ahora se revuelve contra su padre. Si no sabía nada, el presidente es igualmente responsable.