tiempo recobrado
Doblepensar
El peor reproche a Sánchez es la destrucción del lenguaje, el instrumento con el que se ejerce la política
Ideología y utopía
Una librería en París
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Iniciar sesiónDecía Winston Churchill que el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene y de explicar después por qué no ha ocurrido. Ignoro si Pedro Sánchez conoce esa cita que refleja su ... forma de actuar en política. El presidente del Gobierno supera incluso la frase de Churchill porque no sólo es capaz de explicar por qué ha sucedido lo que él dijo que no iba a suceder sino algo más difícil todavía: transformar sus piruetas en aciertos visionarios.
Nadie como Sánchez hace de la necesidad virtud. Lo hemos visto con sus alianzas, con sus reformas legales, con la ley de amnistía y otros ejemplos. Lo habitual es que sus acciones sean contrarias a sus promesas, pero no sólo no le da vergüenza, sino que se jacta de su funambulismo. Son los otros los que se equivocan. Él se adapta a la realidad o, mejor, la realidad se adapta a él.
Ni los escándalos, ni la corrupción, ni las mentiras merman su afán de permanecer en el poder. Es muy simple: basta con negar lo evidente y tachar de secuaces de la 'fachosfera' a quienes se guían por el sentido común. Rodeado por un coro de fieles que le jalea, siempre encuentra refrendo a sus ocurrencias.
La última es reivindicar la inocencia del fiscal general del Estado y exigir disculpas a quienes le han difamado sin fundamento. El borrado deliberado de su móvil no es para Sánchez un indicio de culpabilidad sino una prueba de inocencia. Increíble pero cierto. La duda es si tamaño insulto a la inteligencia le pasará alguna factura. Según el CIS, sus votos crecen a cada nueva revelación que le afecta.
A este mecanismo mental Orwell lo llamaba «doblepensar», que, en sus propios términos, significa ser consciente de la verdad mientras se esgrimen mentiras cuidadosamente elaboradas. El aparato de La Moncloa es el mayor fabricante de bulos del país. Orwell afirmaba que el poder es capaz de sostener dos opiniones totalmente contradictorias, algo que ha hecho también el Gobierno al prometer el mantenimiento del impuesto a las empresas del sector de la energía mientras aseguraba al mismo tiempo que lo iba a suprimir.
La primera víctima de la demagogia es siempre el lenguaje. Las palabras pierden su significado. La guerra es la paz, el desorden es orden, la mentira es la verdad, como también señalaba Orwell. La degradación del sentido de las palabras es consustancial a la demagogia y el populismo.
En su estrategia de aferrarse al poder a cualquier precio, Sánchez desprecia la ética y la estética. Pero el peor reproche no es la corrupción de su entorno, ni en el ventajismo de sus alianzas, ni la manipulación de las instituciones. Es la destrucción del lenguaje, el instrumento con el que se ejerce la política. Las palabras en su boca ya no significan nada, lo que hace imposible cualquier debate.
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