TIEMPO RECOBRADO
Cuerpos y almas
Los socialistas aceptan en su pacto con ERC la basura ideológica de que existe un conflicto entre el orden constitucional y la «legitimidad popular»
Horcas caudinas (1/11/2023)
No en mi nombre (30/10/2023)
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Iniciar sesiónLas páginas han adquirido un color amarillento. Pero el papel es grueso y de calidad. Leo un artículo de Jean Bastaire en la revista 'Esprit', fechado en enero de 1957, que guardo en mi biblioteca. Se titula 'De la honte' y habla sobre la vergüenza ... que sentía su autor por la posición del Estado francés en el conflicto de Argelia.
Esta frase me conmueve: «Ninguna catástrofe se ha inscrito jamás en los hechos. Todas están inscritas en los corazones. Diría mejor: en las almas». Y censura las decisiones que se adoptan en el contexto de una mística nacionalista que carece de cualquier justificación racional y que nada tiene que ver con los principios.
Las palabras de Bastaire, intelectual católico y amigo de Mounier, aportan la clave de lo que está sucediendo en la desdichada negociación con el independentismo. Siguiendo su metáfora, la catástrofe está no tanto en la literalidad de los acuerdos como en la actitud de Sánchez y los dirigentes del PSOE, que asumen la lógica de la impunidad de unos pocos y la claudicación del Estado. Dicho con otras palabras, lo relevante es la humillación que se interioriza.
Los socialistas aceptan en su pacto con ERC la basura ideológica de que existe un conflicto entre el orden constitucional y la «legitimidad popular». Frente a las instituciones y la soberanía nacional, se adopta una terminología que alienta al independentismo a actuar de forma unilateral, con absoluto desprecio de las leyes y los tribunales.
No hay ningún proyecto político en los acuerdos de Sánchez para la investidura. Lo que hay, y vuelvo a Bastaire, es una actitud de renuncia a ideas y principios por el puro afán de mantenerse en la Moncloa. Esto es lo que debilita su posición frente a Puigdemont y le coloca a merced de sus exigencias.
No puedo evitar ese sentimiento de rechazo a una concepción de la política que ensalza una voluntad de poder que se impone a cualquier convicción o coherencia. Sánchez no tiene ni una ni otra cosa. Sólo alberga la ambición de seguir gobernando sin importar el precio. Su discurso es inane y vacío, sus contradicciones son flagrantes, sus palabras no valen nada.
Maquiavelo sostenía que la finalidad del poder es el propio poder. No hay en su filosofía política ninguna justificación ética o ideológica. Sánchez es el príncipe maquiavélico en estado puro porque todas sus acciones se inscriben en esa lógica en la que pesa el instinto de supervivencia y no los principios.
Esta es la peor de las corrupciones: la del espíritu, la que sacrifica la utopía a la voluntad de poder de los gobernantes. Por eso, Bastaire tiene razón: la catástrofe se produce en el interior de las almas. Y eso resulta paradójico porque revela que los hombres se corrompen no por las circunstancias externas o un fin superior sino por mera ambición.
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