tiempo recobrado
Un crimen es un crimen y algo más
Lo que nos ha protegido en nuestras sociedades del fanatismo religioso es el Estado laico
Las guerras de religión han marcado la historia de Europa durante muchos siglos. En nuestro país, los reinos cristianos lucharon contra los árabes durante casi 800 años. La religión tuvo un papel muy importante en la Reconquista, aunque tal vez no fue el factor esencial. ... Ese debate queda para los historiadores.
En una época muy posterior a las Cruzadas, la pugna entre protestantes y católicos causó derramamientos de sangre en la Francia del siglo XVI. Más tarde, la Guerra de los Treinta Años fue un conflicto europeo con un trasfondo religioso. Hay otros muchos ejemplos de los destrozos provocados en Europa por la identificación de la religión con la política. Vienen a cuento estos precedentes por las declaraciones de Núñez Feijóo en las que aseguró que no hay un problema de terrorismo católico, pero sí de «integrismo islámico». Esto es verdad, pero sus palabras han sido criticadas por lo que podrían suponer de generalización. Es evidente que la gran mayoría de musulmanes no aprueba estos métodos.
Pero en lo que el líder del PP tiene razón es en que existe una utilización ideológica del islamismo para justificar el terrorismo, sin olvidar que hay dirigentes en Irán y en otros países musulmanes que predican la sharia, que es la supremacía de la religión sobre las leyes civiles.
Todo indica, sin embargo, que el asesino de Algeciras era un perturbado mental, como lo era el extremista cristiano que quitó la vida en Noruega en 2011 a más de 60 jóvenes. Por lo tanto, hay que evitar establecer una relación de causa-efecto entre la religión y estas acciones.
Lo que nos ha protegido en nuestras sociedades del fanatismo religioso es el Estado laico, en el que todos los ciudadanos son iguales sean cuales sean sus creencias. La Iglesia católica ha dejado de jugar un papel político desde el final del franquismo, lo cual ha sido muy importante para consolidar nuestra democracia.
Probablemente Feijóo hubiera estado más acertado si hubiera dicho que un crimen es un crimen al margen de las ideas del verdugo. Pero al igual que se añade el adjetivo de machista a los asesinatos de mujeres, no es descabellado vincular a los que matan en nombre de Alá con la palabra «islamista».
Insisto en que la separación de la religión de la política ha sido un enorme avance de las sociedades occidentales. Pero todavía hay integristas cristianos en Estados Unidos que se oponen a cualquier limitación en la tenencia de armas, lo que produce 80.000 muertos al año en ese país. La mitad son suicidios.
Mientras el Islam sea la religión oficial de una serie de Estados teocráticos donde no existe libertad de creencias y se castiga a las mujeres por trabajar o no llevar un velo, el terrorismo islámico seguirá teniendo una base para crecer. Este es el problema y de nada servirá fingir que no existe.