tiempo recobrado
«Citius, altius, fortius»
Los Juegos son el reflejo del eterno afán de los seres humanos de demostrar que siempre se puede ser mejor en cualquier actividad de la vida
«Nulla aesthetica sine ethica»
Nada es para siempre
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Iniciar sesiónMi primer recuerdo sobre los Juegos Olímpicos se sitúa en 1964 cuando Abebe Bikila ganó la maratón en Tokio. Entonces, la competición no se podía televisar en directo, por lo que imagino que yo vi unas imágenes en diferido de la entrada del atleta ... etíope en el estadio. Bikila ya había vencido en Roma cuatro años antes corriendo descalzo y con una superioridad insultante sobre sus rivales.
Bikila era hijo de una familia que tuvo que huir al ser invadido su país por el Ejército de Mussolini. Se entrenaba obsesivamente para ser el mejor y lo fue gracias a un técnico sueco que descubrió su talento. No pude ver correr por razones de edad al checo Emil Zatopek, que ganó en los Juegos de Helsinki en 1952 las pruebas de 5.000, 10.000 metros y maratón, algo que nadie ha conseguido. Mi padre, que había practicado el atletismo, me hablaba de Zatopek con devoción. Se le conocía por el apodo de 'La locomotora humana'.
Bikila, Zatopek, Owens y otros atletas tienen el denominador común de haberse esforzado durante años, luchado contra las lesiones y las adversidades y superado derrotas y humillaciones antes de convertirse en campeones. Bikila había sido operado de apendicitis seis semanas antes de la carrera de Tokio. Nadie creía que fuera capaz de correr.
Lo que confiere épica y grandeza a los deportistas olímpicos es que todos compiten contra sí mismos. El desafío no está en conseguir una medalla sino en batir sus marcas personales o mejorar su rendimiento. Eso es lo que expresa el lema latino «citius, altius, fortius», más rápido, más alto, más fuerte. Nunca hay un límite para superarse a sí mismo.
Si nos abstraemos del espectáculo y de las lecturas políticas, los Juegos son el reflejo del eterno afán de los seres humanos de demostrar que siempre se puede ser mejor en cualquier actividad de la vida. El baremo con el que uno se debe medir no es en relación a los otros sino en función de sí mismo.
Los atletas griegos que competían en Olimpo no buscaban recompensas materiales ni sociales. Perseguían la gloria de la victoria y el favor de los dioses. Prestemos atención no tanto al laurel de los ganadores como a la dignidad de los perdedores, cuya derrota en buena lid es una lección moral.
El momento más emocionante de la historia olímpica es cuando un africano entró el último de la maratón en la meta, tambaleándose como un sonámbulo porque se había derrumbado tras darlo todo. Owens molestó a Hitler por derrotar a los velocistas alemanes en Berlín, lo que evidencia que siempre se ha utilizado políticamente el deporte. Reivindico la pureza del atletismo y de otras disciplinas olímpicas en las que aflora el espíritu de Bikila, corriendo cada día decenas de kilómetros en la altiplanicie para batirse a sí mismo. Que comience no el espectáculo sino la competición.
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