tiempo recobrado
Las bellas artes de Trump
Los que crean que la solución a nuestras carencias reside en un personaje como Trump se equivocan
La Guerra Fría resucita
El nuevo orden, según Donald Trump
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Iniciar sesiónYa lo dijo el gran Thomas de Quincey: se empieza cometiendo un asesinato, luego se quita importancia al robo, más tarde se entrega uno a la bebida y se acaba por no ir a misa los domingos. Donald Trump es el mejor ejemplo de lo ... que enunció el escritor inglés: empezó por no reconocer los resultados de las elecciones, alentó el asalto al Congreso, fue condenado por desviar fondos, mintió y manipuló. Ahora pretende eliminar a Zelenski y regalar parte de Ucrania a Putin.
De Quincey publicó en 1829 'El asesinato como una de las bellas artes', una obra divertida y perturbadora, en la que expresa el lado artístico del crimen. Resulta difícil encontrar esa faceta en la tosquedad y la brutalidad de Trump, cuyas simplezas producen sonrojo.
No faltará quien alegue que ganó las elecciones con 77 millones de votos y que la gestión de Biden fue manifiestamente mejorable. Pero eso no explica el misterio de por qué tantos americanos depositaron su confianza en este personaje que resultaría inverosímil en un teatro de guiñol.
No sólo miente sin ningún empacho (el 'Washington Post' recopiló sus miles de falsedades en el anterior mandato) sino que ahora se atreve a decidir el futuro de Ucrania sin contar con los ucranianos y pactando con un tirano como Putin, con un largo historial de asesinatos a sus espaldas.
Me llama la atención la insistencia de invocar a Dios en sus discursos, lo que no deja de ser una blasfemia en un dirigente que desprecia los principios del humanismo cristiano y que rinde culto al poder y el dinero. El principal rasgo de Trump es su amoralidad.
Es imposible saber si su programa de reconstruir la república imperial de los tiempos de McKinley y Teddy Roosevelt le saldrá bien. Pero aquellos gobernantes tenían una cierta grandeza y unos principios de los que carece Trump, dispuesto a hacer tabla rasa de las políticas que llevaron a luchar a los soldados americanos en dos guerras mundiales. Peleaban para defender lo que ahora quiere destruir.
Es cierto que Europa ha cometido graves errores, que sus divisiones internas son inquietantes, que sus dirigentes no han sabido afrontar muchos de los retos del presente, que Bruselas es una maquinaria burocrática atrofiada y que ya no existen líderes como Churchill, De Gaulle, Adenauer o De Gasperi. Todo eso es verdad, pero la solución a estos problemas no va a venir de la mano de un demagogo como Trump, verdadero agente del caos.
Sus recetas, contrarias a los valores sobre los que se ha construido Europa desde la Ilustración, nos llevan al desastre. Los que crean que la solución a nuestras carencias reside en un personaje como Trump se equivocan. La destrucción del orden existente no conlleva la creación de otro orden mejor. El reino que promete no nos conduce al paraíso. Nos lleva al infierno.
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