LA TERCERA

PSOE, Bildu y el autoengaño

«Lo antinatural en el PSOE no es que ahora apoye a Bildu, sino que no lo hiciera en junio. Bildu y PSOE caminan en la misma dirección. Son dos partidos sólidamente hermanados y es inútil apelar a la supuesta conciencia de los socialistas»

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carbajo&rojo

öscar Monsalvo

A nadie debería sorprender lo que estos días se ha consumado en Pamplona, y aun así seguimos viendo las habituales declaraciones de sorpresa. La sólida, apasionada y pública historia de amor entre Bildu y PSOE nos tiene en un estado de desconcierto permanente, como ... si cada semana despertáramos después de pasar cuatro años desconectados. Pero la cuestión es que no estamos ante ningún misterio inefable, y nuestra sorpresa no es más que el mecanismo de defensa mediante el que intentamos escapar de una realidad social gélida.

Lo que ha pasado en Pamplona es algo muy sencillo de entender, pero es importante explicarlo en sus términos correctos. No se trata de una traición política de un partido a sus votantes, pues tanto el partido como los votantes saben a qué están jugando y se encuentran muy cómodos con el juego y con el resultado. Tampoco ha sido algo inédito –de ahí lo absurdo de seguir fingiendo sorpresa–, antinatural o antidemocrático. Lo que ha pasado en Pamplona era previsible, es natural y es perfectamente democrático. En Pamplona la izquierda española no ha hecho nada distinto de lo que ya venía haciendo desde hace años: llegar a acuerdos de gobierno con EH Bildu.

El PSOE ha apoyado al partido de Otegi en una moción de censura para que su candidato consiga la alcaldía. Hace unos meses UPN ganó las elecciones y logró la investidura porque el PSN se abstuvo en la votación, pero la mayoría de los pamploneses quería que gobernara el bloque de izquierdas. Decir que estamos ante una jugada antidemocrática es, de nuevo, otro mecanismo de defensa. Sánchez no entrega Pamplona –como si la ciudad fuera un rehén indefenso o una doncella desvalida– a Bildu. Del mismo modo, tampoco se trata de un pacto antinatural. Cuando hablemos de pactos y apoyos «antinaturales» del PSOE haríamos bien en recordar algo: lo antinatural en el PSOE no es que ahora apoye a Bildu, sino que no lo hiciera en junio. Bildu y PSOE caminan en la misma dirección. Son dos partidos sólidamente hermanados y es inútil apelar a la supuesta conciencia de los socialistas, porque lo que la conciencia les dicta en estos momentos es que lo importante es la lucha antifascista; y el fascismo es todo lo que queda fuera de su alianza.

Lo de ahora no es nuevo, decíamos. Hace dos meses el PSN ya apoyó al candidato abertzale para que Bildu se hiciera con la presidencia de la Federación de Municipios de Navarra. Pero sí se ha producido una pequeña diferencia desde que se conoció este último pacto: la intensidad de los mensajes laudatorios del PSOE y sus terminales hacia el partido de los etarras ha aumentado hasta niveles difíciles de digerir.

Óscar Puente, diputado y ministro del PSOE, explicó la situación con claridad en el Congreso: «En pocos días habrá en España otra alcaldía más progresista, y una menos de derechas. Por tanto yo le digo sin ningún complejo que no tengo ningún problema en que un partido progresista y democrático de este país se haga con una alcaldía de una capital de provincia de España». Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional, fue un poco más allá en el elogio desacomplejado a los herederos de HB: «Bildu ha tenido mucho más respeto por las víctimas que el PP, que las ha estado manipulando permanentemente». Y el periodista Enrique Monrosi cerró el círculo con una declaración de verdadero creyente, tal vez la más grotesca de las que hemos podido ver estos días: «Hay mucha gente que está en Bildu que se jugó la vida contra ETA».

Goza de gran éxito entre los comentaristas políticos la idea de que Sánchez tiene secuestrado al PSOE, y de que el PSOE acepta todo esto por necesidad. Que sus dirigentes no se creen el mensaje. Que en el fondo los socialistas no lo quieren y lo están pasando mal. No es cierto. Tendemos a sobrevalorar la capacidad del dinero a la hora de reforzar comportamientos aberrantes. Por encima de lo material siempre está la racionalización. Sin ella, lo material deja un regusto metálico que acaba por hacerse insoportable. Muy pocos socialistas aceptarían este nuevo estatus de Bildu si creyeran que sus listas están integradas por terroristas, cómplices de ETA y simpatizantes de los asesinos de la banda. Por eso lo que se está haciendo no es una mera defensa del recorrido ético de los de Otegi, sino una reformulación de nuestra historia. Bildu no es ya para el imaginario socialista un partido que homenajea –en presente– a los etarras, sino una coalición de héroes que se enfrentaron a los terroristas.

Hay una última pieza necesaria para que este mecanismo funcione a la perfección: la simetría. Es una pieza tan pequeña que no reparamos en ella. La política española, decimos todos, se ha degradado tanto que sólo ofrecería la terrible elección entre una izquierda indecente y una derecha igualmente repugnante. Pero el paralelismo no dura ni dos minutos. Para que la derecha fuera equiparable a la izquierda tendríamos que estar viendo periódicamente escenas que sólo ocurren en los sueños de los militantes socialistas enfervorizados. En la izquierda –no sólo en la extrema izquierda– se ha defendido durante décadas a dictadores como Fidel Castro. En Bildu, el partido que recibe los elogios del PSOE, se aplauden los asesinatos de Txapote. Para que existiera un dilema real, PP y Vox deberían celebrar oficialmente, con declaraciones, homenajes públicos y conmemoraciones sistemáticas, la obra de Hitler y de Anders Breivik. Es evidente que no es así.

Y a pesar de ello la equipación se impone igualmente, porque pensamos mediante atajos mentales que hacen la realidad más manejable. El atajo moral nos lleva al abismo por el camino del medio e impone continuamente simetrías artificiales. Si hay Otegi debe haber un Abascal que sea lo mismo y su opuesto. Hay pactos con Bildu, claro; también pactos con Vox. El burka es un símbolo de la opresión contra la mujer, exactamente igual que el velo de una monja de clausura. El mundo teme a Kim Jong-un como teme a Donald Trump. Y en medio, lúcidos y limpios, nosotros.

Con nuestros análisis equidistantes pensamos que somos Odiseo enfrentándose a Escila y Caribdis, pero hay dos episodios de la obra de Homero que reflejan mucho mejor nuestra situación. El nuestro no es un camino recto para evitar dos males. Son las sirenas las que nos están convenciendo de que la orilla correcta es la de la muerte. Y para pasar el mal trago nos convertimos en comedores de loto: olvidamos lo que hubo, lo que hay y las compañías que hemos elegido.

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