la tercera
Pantallas e higiene mental
«Las pantallas fueron diseñadas para ser adictivas. Se requiere sin duda cambiar el ambiente social e ir contracorriente, como ocurrió hace años con el tabaco. Igual que con las drogas o la comida basura, está ocurriendo ahora con las pantallas y la higiene mental de los jóvenes»
«Las pantallas fueron diseñadas para ser adictivas. Se requiere sin duda cambiar el ambiente social e ir contracorriente, como ocurrió hace años con el tabaco. Igual que con las drogas o la comida basura, está ocurriendo ahora con las pantallas y la higiene mental ... de los jóvenes. El riesgo es más que evidente. Se requieren también medidas estructurales fuertes de regulación y control por parte de las autoridades. Y la sociedad debe demandarlas ya»
============A40 Tex cap 6 (176724467)============
Hace frío. Son apenas las ocho de la mañana. Somos doscientos en el aula. Casi todos fuman. No abrimos las ventanas para no congelarnos. Casi una cámara de gas. Entra el profesor. Viene en pijama. En pijama quirúrgico, naturalmente. Nos dará clase de cirugía. Entra fumando y seguirá fumando durante la clase. Era 1977, estábamos en Cuarto de Medicina en Granada.
Incluso los médicos fueron abducidos por poderosas corporaciones tabacaleras. Captúralos a los 13 años y serán tus clientes toda la vida. Lema infalible. Algunos amigos fumadores de entonces ya han fallecido: cáncer de pulmón, infartos, enfermedad pulmonar obstructiva crónica... siempre las estudiábamos como causas de muerte destacadas. Y lo fueron. El tabaco mató a más de cien millones de personas en el siglo XX, mucho más que la Primera y la Segunda Guerra Mundial juntas.
Entonces, en 1977, la obesidad era rara. Pero poco a poco, todos bebíamos cada vez más refrescos de cola, esa «chispa de la vida», a la que debía cantar al mundo entero como talismán de la felicidad. Pero no traía la felicidad. No. Traía tanto azúcar que hacía falta añadirle ácido para que no provocase náuseas. Fue la globalización del siglo XXI. Proliferaron como nunca las hamburgueserías. Los supermercados se llenaron de ultraprocesados. Ciertas corporaciones multinacionales (Fast Food, Big Soda) se hicieron de oro. Y acabamos con unas tasas de obesidad como nunca (porcentajes del 25, 30 y hasta 40 por ciento). Jamás la especie humana había sido tan voluminosa. La obesidad mórbida, la más grave, afecta ya a uno de cada 11 estadounidenses adultos y sigue creciendo. De nuevo funcionó el mismo lema: captúralos cuanto antes y los tendrás enganchados a comida/bebida basura toda su vida... El saldo son cuatro millones de muertes anuales por exceso de peso y un crecimiento rampante de patologías como la diabetes, que ya afecta a 537 millones de adultos y provoca más de 6 millones de muertes al año.
El iPhone surgió en 2007. Una década más tarde el 95 por ciento de los adolescentes estadounidenses tenía acceso a teléfonos inteligentes (con conexión a internet). El 45 por ciento admitía estar en línea «casi constantemente». Instagram, TikTok, WhatsApp y YouTube albergan tutoriales e inspiración pictórica para la autolesión, la anorexia e incluso para suicidarse. Los adolescentes aprenden que publicar el morbo personal de estas aflicciones o subir vídeos selfis que son porno o cuasiporno facilita ganar seguidores. La anorexia, la autolesión y el suicidio aumentaron drásticamente. Los psiquiatras se asombraban. El suicidio ocupó la primera causa de muerte antes de los 40 en España.
Las pantallas fueron diseñadas para ser adictivas. La dopamina es la molécula que anticipa el placer. Las redes sociales han hecho antes sus deberes para estudiar qué dosis de dopamina se le suministrará a cada usuario para producirle la gratificación inmediata ante cada estímulo y conseguir engancharlo. Explotan las bajezas del ser humano. Atrapan.
Los depredadores sexuales descubrieron una oportunidad casi única. La pandemia también fue ideal para acosar, engañar, seducir, grabar y compartir millones de imágenes y vídeos pornográficos. El 'grooming' (abuso y acoso sexual en línea por parte de un adulto hacia un menor de edad) hizo su agosto. La explotación sexual de menores aumentó un 507 por ciento, en el confinamiento.
La Corporación Industrial de Pornografía Online (CIPO), hacía inmensa caja con el comercio de vídeos pornográficos, incluida la violencia. Ha sido repetidamente denunciada por pornografía infantil o grabaciones no consentidas. Su principal empresa, con sede en Luxemburgo (para de paso ahorrarse impuestos), presume sin rubor de más de 140 millones de visitas diarias. El masivo acceso a pornografía está inundando los cerebros de jóvenes (y no tan jóvenes) con contenidos explícitos de violencia sexual tanto simbólica como directa contra las mujeres. Casi el 90 por ciento de las escenas de estos portales digitales contienen violencia hacia las mujeres. No es casual que los delitos sexuales en España se hayan disparado casi un 90 por ciento en una década y, lo que es más preocupante, cada vez los agresores son más jóvenes.
Frente a estas adicciones y corporaciones (ahora la CIPO) deben alzarse los esfuerzos de la salud pública. Los padres tienen un papel primordial en esta tarea. Hay que afirmar sin complejos que regalarles a los niños teléfonos móviles inteligentes probablemente fue la mayor afrenta a la inteligencia en el siglo XXI. Cuanto más se retrase ese regalo, mejor. Hay que tener la sabiduría y valentía de esperar. Resistir, sin ceder a la presión del grupo. Probablemente no haya nada más necio que hacer algo porque todos lo hacen, sería tanto como aceptar sin rechistar: «Fotocopio, luego existo». Hay que plantar cara. Conjugar proactividad y empatía. Salir de la masa. Explicarlo bien. Hablar muy claro. Organizarse.
Se requiere sin duda cambiar el ambiente social e ir contracorriente, como ocurrió hace años con el tabaco. Igual que con las drogas o la comida basura, está ocurriendo ahora con las pantallas y la higiene mental de los jóvenes. El riesgo es más que evidente. Se requieren también medidas estructurales fuertes de regulación y control por parte de las autoridades. Y la sociedad debe demandarlas ya.