Suscribete a
ABC Premium

La tercera

La anciana en el cementerio

Si luchan por nosotros, es porque los ucranianos están librando la última batalla contra el imperialismo europeo

No hay comienzo sin final

Sobre el Servicio Pedagógico Obligatorio

ABC

Michael Ignatieff

En la foto tomada hace treinta años en el cementerio ucraniano donde están enterrados mis antepasados rusos, se me ve arrodillado junto a una mujer muy anciana apoyada en un bastón, con el pelo cubierto por un pañuelo negro. Detrás de nosotros se alza la ... iglesia rusa que mi bisabuelo construyó en su finca y donde yace enterrado. La anciana, que en ese momento rondaba los 80 años, era la última aldeana que quedaba que podía recordar la época en que nuestra familia vivió allí. En aquel entonces era una niña de seis o siete años que iba corriendo hasta la puerta de la cocina de la casa grande llevando arándanos en el delantal y a la que la hermana de mi abuelo convidaba a una cucharada de mermelada caliente. Después llegó la revolución, mi familia huyó y cerraron la iglesia. Más tarde, los agentes soviéticos de la ciudad confiscaron el grano, se llevaron a los gulags y dejaron morir de hambre a la gente. El Holodomor, la hambruna que Stalin infligió a Ucrania, redujo a las personas que habían cultivado la tierra más rica de Europa a comer hierba. Y luego vino la guerra. Los alemanes prendían fuego a los tejados de paja del pueblo, arrojaban a los judíos locales a fosas y los fusilaban. La anciana se sentó a mi lado en la iglesia y, al acabar su relato, apoyó su delgado cuerpo en el mío y, acto seguido, empezó a lanzar alaridos.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia