LA SUERTE CONTRARIA
Muchos Mendilibar
En este mundo de fantasmas, de pretenciosos y de estafadores hacen falta muchos tipos como tú
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Mendilibar lo mismo te prepara una presión adelantada que te tala un tronco o que te levanta unas piedras en el alto de Pagaltza. Tiene en los ojos las arrugas del que ha pasado muchas horas al sol, ya sea para atender a un ... rebaño de ovejas 'latxas' o a un rebaño de jugadores tatuados, lo que, en realidad, tiene muchas similitudes y pocas diferencias. La fundamental es que los futbolistas de Mendi se comen el césped metafóricamente y las 'latxas' literalmente. Por lo demás, las 'latxas' nos dan queso Idiazábal y los futbolistas del Sevilla 'Europa Leagues', que no se comen, pero que también alimentan.
Yo conozco a Mendi porque en Valladolid, después de Delibes y de Cantatore, no hay nadie con tan buena fama ni que haya dejado un recuerdo tan grato. Serían los tres Reyes Magos, las tres virtudes teologales, las cuatro estaciones sin el verano. Y, por eso, me sorprende verle tan sobreactuado. El Mendilibar que yo recuerdo no es exactamente así. Y he pensado que quizá un vasco haciendo de vasco sea lo más diferente a un sevillano haciendo de sevillano y que, a su vez, ambos arquetipos vienen a antagonizar al de argentino haciendo de tatuador o al de culturista que corretea por la banda con la mano en el mentón y esa pose como de estar resolviendo raíces cuadradas. Y esto es lo importante: creo que, si Mendilibar se caricaturiza, si vacía el muletazo del carácter serio, de la ausencia de florituras y del estajanovismo como base moral de creación es porque le interesa representar exactamente lo contrario a lo que había. Ya está, eso es todo. Mou hace de Mou, Morante de Morante y Mendi de Señor Miyagi en 'Karate Kid': humildad, trabajo, guerra al artificio. Es la reversión de un orden simbólico. Y es muy inteligente.
He leído –no sé donde– que en boxeo lo más importante es saber recibir y aprender a encajar, porque es lo más habitual. Y creo que, en realidad, aprender a sufrir es lo más importante en todos los ámbitos de la vida. Porque, lamentablemente, también es lo más frecuente. Pero no nos preparan para ello y de nada sirve saber programar código HTML si no estás preparado para vivir. Y, por eso, cuando ese camino te lleva al éxito, se produce una paradoja, una especie de cortocircuito, un fallo en el sistema. Toca disfrutar, relajarse y tocarse las narices y, ahí, Mendilibar se queda sin contenido, sin discurso y se pone a hablar en el balcón del Ayuntamiento de Sevilla, que no sabes bien si va a lanzar el chupinazo de San Fermín o si está haciendo de novio abochornado por los colegas en su despedida de soltero. «Estos cabrones quieren que hable yo», decía en la Plaza Nueva. Pues sí, Mendi. Quieren que hables y yo también. Porque en este mundo de fantasmas, de pretenciosos y de estafadores hacen falta muchos tipos como tú: humildes, trabajadores, serios y –en el buen sentido de la palabra– buenos. Pero, sobre todo, con la inteligencia extrema del que prefiere vivir el milagro de la primavera en Sevilla disfrazado de pastor y no de poeta.