LA TERCERA
Toni Negri y la insurrección armada
«Su discurso virulento, sin ser el único responsable de la escalada de la violencia de los años de plomo, sí contribuyó en gran medida al aumento de la tensión»
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La muerte de Toni Negri, filósofo admirado por muchos intelectuales de la izquierda radical (no solo italiana; en España también ha habido amplias muestras de devoción por parte incluso de algunos representantes políticos), merece un breve recorrido por los años en los cuales ese ... teórico postuló la insurrección armada.
Recuerda Vladimiro Satta que, en 1964, el intelectual romano Mario Tronti fundó 'Classe Operaia', revista clave de una nueva corriente de extrema izquierda desgajada del Partido Comunista Italiano, en cuyas páginas Negri y otros autores incitaban a los trabajadores a emprender «una lucha más violenta contra el patrón». En su opinión, era posible porque la base del PCI era más revolucionaria que la dirección del partido. La vía parlamentaria, en el marco de la democracia 'burguesa', era sustituida por el derrocamiento del sistema mediante continuos ataques destructivos y el rechazo de todo tipo de colaboración con los 'enemigos de clase'.
Ese discurso virulento, sin ser el único responsable de la escalada de la violencia de los años de plomo, sí contribuyó en gran medida al aumento de la tensión, a la radicalización de un sector de la juventud y a la aparición del terrorismo de extrema izquierda. No sirve de excusa que los 'operaístas' no llamaran a un terrorismo individualista, sino a una violencia de masas; precisamente ese tipo de violencia colectiva -advierte el historiador Angelo Ventrone- se desencadena en el proyecto insurreccional por la actuación al frente del proceso revolucionario de pequeños grupos de vanguardia armados. Para Negri la insurrección era «contrapoder proletario», era «destrucción molecular, decidida y continua de todos los ganglios de la organización estatal», era «gradualidad en la conquista y gestión del poder», era, en definitiva, «guerra civil permanente».
A finales de los sesenta Negri se convirtió en uno de los principales dirigentes del movimiento de extrema izquierda Potere Operaio. En la rueda de prensa inaugural de su Congreso de Roma de 1971, él y otros dos jefes del grupo, como Franco Piperno y Oreste Scalzone, definieron Potere Operaio como «el partido de la insurrección, el partido de la toma del poder», objetivo éste que se alcanzaría a través de la «lucha armada», es decir, mediante «la forma más elevada de la lucha de clases». La rápida militarización del grupo se produjo a consecuencia de la introducción de un aparato militar clandestino, cuya labor era realizar atentados, procurarse armas y financiarse con robos y atracos.
Dos años más tarde, en el congreso de Rosolina (Rovigo), quedó claro que entre los tres líderes se había formado una brecha insalvable. Mientras Piperno y Scalzone intentaban que el grupo adoptase rígidos esquemas militaristas, Negri exigía que se le concediera más autonomía, sin encorsetarlo en estructuras que recordaban la disciplina de los partidos tradicionales. Se llegó así a la disgregación de Potere Operaio. Unos pocos militantes se incorporaron a organizaciones terroristas, algunos abrazaron políticas más moderadas y otros, siguiendo a los líderes (entre los cuales destacaba Negri), se integraron en el movimiento de la izquierda extraparlamentaria Autonomia Operaia (también conocida como Autonomía, a secas). Según Negri, los diferentes grupos autónomos necesitaban perfeccionar «la relación aún incierta entre la lucha de masas y la lucha armada» con el objetivo de conectar «estos dos niveles distintos pero necesarios». De hecho, en 1974 quedó definitivamente clara la relación entre terrorismo y acciones de masas: «Sólo la lucha armada en su progreso, en su consolidación, en su extensión puede permitir a la lucha de masas atacar al sistema [...] la lucha armada es el hilo conductor de la organización».
El 14 de octubre de ese mismo año, en una operación antiterrorista los Carabinieri incautaron en un piso franco de las Brigadas Rojas un documento que contenía uno de los elementos teóricos del grupo terrorista. El texto, escrito por Negri (como él mismo admitiría años después), describía el «Estado Imperialista de las Multinacionales». Tal y como recuerda Angelo Ventura, aquí el filósofo aunaba «la interpretación del imperialismo como un sistema global de dominación organizado por las multinacionales, y la teoría, según la cual, en la fase actual del capitalismo, el proceso de producción y valorización del capital se extiende desde la fábrica a toda la sociedad, por lo que el Capital se identifica con el Estado». Por ende, si el Estado se convierte en el «Estado de las multinacionales», para acabar con el Capital será necesario acabar con el Estado.
Tras contactos iniciales con los terroristas, Negri se fue alejando de las Brigadas Rojas, criticando su elitismo y su distanciamiento de las masas. Cultivó, en cambio, el andamiaje ideológico de la Autonomía, que expuso en las páginas de 'Rosso', revista que él mismo fundó. La lucha contra el Estado, postulaba Negri, no debía emular los atentados de los brigadistas, los cuales disparaban sin tener ningún control sobre las masas populares, ni consciencia de su proyecto revolucionario. La violencia, en cambio, sólo tenía su legitimación dentro de un proyecto político de masas. No por casualidad 'Rosso' sirvió de referencia ideológica para las Formaciones Comunistas Combatientes y de los Proletarios Armados por el Comunismo, organizaciones terroristas nacidas en el seno de la Autonomía. Además, como contamos Gaizka Fernández Soldevilla y yo en la obra 'Storia del terrorismo in Spagna', la doctrina de Negri y su grupo sirvió de inspiración a algunas organizaciones terroristas españolas. La principal fueron los Comandos Autónomos Anticapitalistas, nutridos por exintegrantes de ETA y de colectivos de su entorno, que estuvieron activos entre 1977 y 1985. Esta banda asesinó a 32 personas, entre ellas el senador socialista Enrique Casas.
En los años más duros del terrorismo, a las Brigadas Rojas se sumaron otros grupos armados de extrema izquierda (la extrema derecha también hizo lo suyo cometiendo acciones terroristas indiscriminadas). Los contactos entre brigadistas y Autonomia Operaia existieron, pero no se estableció un acuerdo operativo entre ellos. Cuando las Brigadas Rojas mataron a Aldo Moro, Negri abjuró definitivamente de ellas, no por humanidad, sino porque la decisión de eliminar al político democristiano se había tomado sin consultarse con el resto del movimiento.
Tras una serie de arrestos efectuados el 7 abril de 1979, Negri y los dirigentes de la Autonomía fueron procesados bajo la acusación de ser los cabecillas de las Brigadas Rojas. En sede judicial la imputación se desestimó. Sin embargo, salieron a la luz numerosas responsabilidades de la Autonomia Operaia y la implicación del propio Toni Negri en diversos delitos. Como consecuencia, el filósofo fue juzgado y condenado a doce años de prisión por asociación subversiva y atraco. Sin cumplir integralmente su pena, abandonó provisionalmente la cárcel tras ser elegido diputado por el Partido Radical. Huyó a Francia, donde fue protegido por la doctrina Mitterrand y por numerosos intelectuales, según los cuales en Italia existía una especie de 'lawfare' que habría perseguido a Negri por sus ideas. Solo muchos años después decidió regresar a Italia, entregarse a la Justicia y cumplir su condena. Luego, se instaló definitivamente en París. Se cuenta que en el salón de su casa había un mono de trabajo azul enmarcado en la pared, último vestigio de aquellos años en los cuales sus ideas impulsaron a algunos jóvenes a la insurrección armada, destrozando así sus vidas y las de otros.