renglones torcidos

¿El mundo de ayer?

Es hora de empezar a escuchar a quien no tiene miedo de decir que el rey está desnudo

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Vivimos tiempos convulsos, y más que han de tornarse. Quien es aficionado a la historia y la filosofía sabe que lo natural en lo humano es eso, la convulsión, la agitación; la guerra, las plagas, las enfermedades, las sequías y hambrunas. Lo que acaba resultando ... insoportablemente molesto de estas cosillas que implica el estar vivo no es tanto estar jodido sino que te estén jodiendo, que diría Cela. Más concretamente, que te toquen la moral cuando avisas desde hace años de que las cosas no van bien. Ya está el gafe. El negativo. El radical. ¡El populista de derechas! ¡El cafre! Todo está bien, decían. Si no acaba de ser óptima la cosa es por culpa de los populistas de uno y otro lado, nos contaba el émulo de Chaves Nogales, el representante de una tercera España que no existe porque no baja al barro, no se mancha. No se arriesga a analizar y denunciar situaciones a riesgo de equivocarse o de resultar desagradable. No me malinterpreten, esto no significa que no yerren en sus análisis. De hecho, lo sorprendente es que acierten: toman por toda medida lo malos, asnos y poco sofisticados que somos los demás y así, de paso, demuestran cuán inteligentes y refinados resultan ellos. Los localizarán rápido, son aquellos que llevan repitiendo machaconamente los últimos años que no existen choques culturales (endógenos y exógenos); que todo va bien porque acabará gobernando una derecha economicista y complaciente; que tanto lo 'woke' como lo 'antiwoke' son dos perros iguales con distintos collares. Parecería que quieren adjudicarse la etiqueta nietzschiana de ser aquellos que están por encima del bien y del mal, si no fuera porque no saben a qué se refería el alemán con esto. Tiene sentido su lógica, en el fondo. Si Luis XIV decía «El Estado soy yo», ellos se dicen mentalmente «¡La medida del bien somos nosotros!».

Ahora que es evidente que se vuelve tenebrosa la cosa (les ha convencido que el resto de estados europeos muevan ficha) se creen Stefan Zweig en 'El mundo de ayer'. Y, efectivamente, lo son. Zweig escribió a toro pasado sus memorias, en las que él mismo admite que él y los suyos no vieron venir el desastre: «Nosotros, unos jóvenes completamente inmersos en nuestras ambiciones literarias, reparábamos poco en los peligrosos cambios que se producían en nuestra patria: tan sólo teníamos ojos para libros y cuadros […]. Las masas se levantaban y nosotros escribíamos versos y discutíamos poesía […]. Tan sólo varias décadas más tarde, cuando las paredes y el techo se desplomaron sobre nuestras cabezas, reconocimos que los fundamentos habían quedado socavados ya hacía tiempo y que, con el nuevo siglo, simultáneamente había empezado en Europa el ocaso de la libertad individual». Zweig no lo vio venir, cosas del privilegiado que tiene éxito y es mimado por las élites. Es hora de empezar a escuchar a quien no tiene miedo de decir que el rey está desnudo, por más desagradable y poco poético que el asunto nos pueda parecer. Nos va Occidente en ello.

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