renglones torcidos
Ligar con mujeres
La parte –no sé si divertida– de todo esto del constructor es que al final pensó que estaba tratando de ligar con él
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Iniciar sesiónLlevo casi una década viviendo en municipios alejados de ciudades que son, además, pequeñas. Desde entonces tengo incorporada una feliz rutina que roza lo ritual. Siempre he sido la única del edificio o la calle que trabaja desde casa, por lo que me llegan cartas y paquetes con frecuencia, propios o ajenos ... . No ha habido semana en todos estos años en la que no hayan llamado a mi puerta a entregarme algo. La primera vez que me llegó uno me despedí en automático, costumbre adquirida, con un «muchas gracias, que tenga usted buen día». Esto mirando a los ojos de la persona que me dirigía, por supuesto. Se le mudó el gesto. Primero la sorpresa y después la alegría sustituyeron a las prisas casi funcionariales de quienes tienen que faenar rápido y de cara al público. Desde entonces disfruto del momento de tratar a una persona como lo que es: una persona. No un cartero. Ni fontanero, ni electricista. Tampoco un 'constructor', que es como llaman en Inglaterra al 'manitas' que te envía la agencia de alquiler cuando algo se rompe.
Nuestro 'constructor' de Plymouth nos visitó con frecuencia, en dos ocasiones porque se nos desfondó el primer piso sobre la cocina. Aquello fue desesperante, entre otras cosas porque teníamos un bebé y un niño de dos años. Ahí, más que nunca, me salvó la cordialidad. Una de las estrategias que uso cuando algo me agobia es salir de mí misma y mis problemas. No por un enfoque moral sino pragmático: saber que hay vida más allá de mis asuntos me ayuda a olvidarlos por un momento y, después, a relativizarlos. Mientras James arreglaba boquetes le pedí que me contara algo. Cualquier cosa. Me dijo que durante años había sido mochilero por varios países y que en ese momento estaba casado y tenía, él también, dos niños preciosos. Hablamos de ser padres. El boquete desapareció de mi cabeza, y recordé los sitios maravillosos de los que podemos disfrutar, muchos sin desplazarse más allá de diez kilómetros. Mi mente se dirigió también a mis niños, lo lindos que eran y todo lo bueno que estaba por venir. La parte –no sé si divertida– de todo esto del constructor es que al final pensó que estaba tratando de ligar con él, sólo por darle conversación sobre temas antilujuria, vestida con un chándal viejo y con el pelo tan sucio que si lo estrujaba podía sacar aceite suficiente como para freír un huevo.
Quizá no pensó que yo trataba de seducirle, pero él quiso intentarlo –verbal y educadamente–, los caminos de la mente humana son inescrutables. Tengo que reconocer que no fue la primera vez que el ser cordial con hombres me ha llevado a este tipo de confusiones. Me pregunto entonces cómo de complicado debe de ser para un varón flirtear con una mujer, ¿tan confusas o desagradables resultamos cuando tratan de conquistarnos? Imagino que sí, dada la abundante producción cultural que existe sobre el tema. Sólo me quedan claras dos cosas: seguiré siendo amable y ¡qué suerte tengo de no tener que ligar con mujeres!
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