LA TOURNEÉ DE DIOS
El shosho prometido
El altramuz, además, tiene algo de resistencia cultural. Es barato, viene de lejos y sigue en su sitio, en la barra
El secreto de la Atlántida
Viajar de cine
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Iniciar sesiónLo prometido es deuda. En redes sociales, el congrio de Cádiz tuvo buena acogida, y me parecía injusto despedirme de esta contraportada veraniega sin cumplir mi compromiso con los lectores. Así que aquí me tienen, escribiendo de altramuces. Shoshos, que dicen en Sevilla. Si ... usted es de los que creen que el altramuz es cosa menor, aperitivo de segunda fila, es que no ha entendido nada. El altramuz es la aceituna blanca de los pobres, pero con la grandeza de ser ligero, sano y nutritivo. Proteínas, fibra, minerales… y, lo mejor, la capacidad de acompañar sin molestar, como ese amigo que sabe cuándo hablar y cuándo callar.
La escena es de manual: terraza calurosa, Cruzcampo helada con gotas de frescor bajando por el vaso, y al centro de la mesa ese platito amarillo con los shoshos. O, si la tarde lo permite, una manzanilla o un fino, que tienen el don de hacerte olvidar que la vida es breve y Hacienda eterna. Los shoshos flotan en su agua salobre como pequeñas boyas domésticas, y la liturgia empieza: seleccionar, apretar, lanzar la piel con un giro de dedos limpio y elegante. Realizar correctamente ese procedimiento es todo un arte. O dicho en román paladino: no es cosa baladí saber cómo se come bien un shosho.
El altramuz, además, tiene algo de resistencia cultural. Es barato, viene de lejos –los romanos ya lo cultivaban– y sigue en su sitio, en la barra, imperturbable a las modas de nachos con guacamole o edamames importados a precio de riñón. El shosho, democrático y popular, no presume, no exige, no pide foto en Instagram. Simplemente está. Y en esa quietud radica su victoria. En fin. Promesa cumplida. Que no se diga que no se defendió la causa de los shoshos, esa noble legumbre.
Y bueno, llegó el final. Ha sido un verano de tournée y ordenador a cuestas, porque escribir una columna casi cada día no es tarea fácil, estés donde estés y como estés: alternando otros proyectos, otros textos, y siempre con el reloj del cierre como con la muerte en los calcañares. Un verano intenso de escritura y poco tiempo libre, pero como dice el maestro Raúl del Pozo, «el periodismo es duro, pero es peor trabajar».
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