TIRO AL AIRE
En Vox son unos ligones
Si no te gustan las discrepancias no te presentas a unas elecciones por un partido político
El día de la marmota: picos y tetas
¡Vivan los jubilados!
El misterio de por qué a Vox le va bien en las encuestas pero 'regulinchi' cuando toca poder se encuentra entre las páginas de 'El método' de Neil Strauss. No lo he leído. Pero algunos de mis amigos sí. Cuando éramos jóvenes (ahora Instagram ... ha vuelto a poner de moda sus enseñanzas), me contaron que es la biblia del ligoteo. Para ellos. Les enseña a pescarnos, a hacernos caer en sus redes, a perseguirlos, a creernos todo lo que nos digan. Pero 'El método' no entra en el después: no explica cómo mantener la relación –jaja ¿creíais que lo difícil era ligar?–, fortalecerla, superar los baches, la convivencia, el frigorífico vacío, el cesto de la lavadora lleno… Nada. Cero. Res. Por eso les decía, ahí lo tienen. Ahí aprendió Vox: se maneja bien en las encuestas, que son el cortejo de la política; pero patina en la cohabitación que es la gestión del poder.
Aunque no lo parezca porque la izquierda no lo descuida –no Vox tampoco–, la política no son sólo los mítines, la gresca, el enfrentamiento y las banderas. Luego hay que remangarse y negociar. Trabajar, ceder. Dentro y fuera del partido. Tener la mirada a largo plazo. Abascal la tiene. No sé si se ve de vicepresidente o de presidente, pero de algo grande se ve. Es el único que queda de los primeros que lucharon contra Sánchez, después de que fueran cayendo Rivera, Casado e Iglesias... Eso da esperanzas. Los sueños de 'sorpasso'. Otros también los albergaron. Más grandes que los grandes. Aunque luego en el partido se terminen sacando los ojos igual. Luego que si el bipartidismo. La experiencia es lo que tiene.
García Gallardo, exvicepresidente de la Junta de Castilla-León deja sus cargos porque está dolido con el partido. No se qué de falta de lealtad. Uf. Que digo yo que mejor que se vaya entonces porque ya saben esto de lealtad donde puede llevarte. También entiendo que el papel de secundario en un gobierno pasa factura. Debe ser duro. Gallardo igual tenía demasiada gente por encima. Un presidente en Valladolid, otro en Madrid. Así no puede uno imponer sus ideas. Incluida la de tratar a las mujeres por tontas a la hora de tomar decisiones sobre su propio cuerpo. Dice el de Vox –se va pero se queda– que después de aquello le dieron de lado. Y otras cosas. Y que se va. Por discrepancias. Pero de la política no se va uno por discrepancias. A la política se mete uno por discrepancias. Si no te gustan las discrepancias no te presentas a unas elecciones por un partido político. Te apuntas a una estructura rígida, donde no se debate, donde la jerarquía es inamovible, donde manda uno y los demás obedientes. Eso tiene un nombre, pero no me sale ahora. A la política se viene a discrepar, a rebatir, a negociar. A ceder. Pero igual que los manuales de ligoteo se quedan en la seducción y no llegan a la convivencia, algunos políticos parece que se han saltado el curso de preparación al matrimonio.
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