TIRO AL AIRE
¡Vivan los jubilados!
Está muy bien reconocerles la Transición y la creación del Estado del bienestar, pero poner pasta para sus pensiones ya son palabras mayores
El pacto de debajo de las piedras
El fin del disimulo
No les prestaba mucha atención porque era adolescente y tenía otros problemas –o eso creía–, pero mis padres y sus amigos solían ironizar, allá por los 90, con a ver quién les iba a pagar las pensiones. Como la vida es circular ahora lo dicen ... los de mi generación. Para diferenciarnos, eso sí, le ponemos otro tono. Más inteligente. Que se note el progreso. En eso consiste crecer. En romper con lo anterior. En pasar por encima de tus padres. En ser mejores. Por eso, ahí donde nuestros progenitores dudaban con gracia, nosotros hemos de sostener certezas. Serán agrias, pero están mejor construidas. Porque nuestros progenitores eran unos ingenuos. Bromeaban, pero, en el fondo creían en el Estado. Por eso se dejaron la piel para construirlo.
Ha habido estos días, mientras la subida de las pensiones pendía más del hilo de Waterloo que del de Génova, voces en contra de subirlas y hasta en contra del sistema. Que si es una injusticia económica que nuestros mayores cobren más que los jóvenes. Como si ahora el problema de que veinteañeros, treintañeros, cuartent... sigan siendo cuasi mileuristas fuera culpa de tanto pensionista. Supongo que los que lloran no quieren reventar la caja, pero les parece insostenible por su parte. Porque nos hace pagar a nosotros, los jóvenes, los no tan jóvenes y los maduritos, para dárselo a ellos. El Estado Robin Hood, pero al revés.
¿Qué es eso de mantener a 9,3 millones de pensionistas? Hay quien resopla al escuchar la cifra. Y ahí, todo es empezar. Enseguida caes en la cuenta de que hay mucho colegio público. Y hospitales. A la que te descuidas, te haces independentista del impuesto, secesionista de la AEAT y la Seguridad Social. Discípulo del pujolismo: «Hacienda –España– nos roba». Pagar impuestos te parece un 155. No te dejan ser quién eres. Fantaseas con las urnas. Y con Andorra. Prefieres el club de jubilados de allí. El de aquí no te cuadra: tienes que pagar tú para que ingresen los socios 'silver', muchos con carreras laborales de seis días a la semana –los bancos abrían los sábados hasta no hace tanto–. Que está muy bien reconocerles la Transición y la creación del Estado del bienestar, pero poner pasta para sus pensiones ya son palabras mayores. ¿Por qué tenemos que contribuir nosotros tantísimo a sus nóminas? ¿Habéis mirado a ver cuántas propiedades acumulan?
Nadie se pregunta eso, me dirán. Lo mismo pensaba yo. Ahora bien, no sé si lo hacen porque miran a los viejos con codicia o porque se tragaron entero el cuento de la modernidad. ¿Cómo van a ser nuestros padres más ricos que nosotros? Con lo que valemos. La reflexión es muy adolescente. Como cuando estabas seguro de que eras más listo que tus padres y nunca tendrías sus problemas, pero no te quedaba otra que tragarte tu insolencia para pedirles cuartos para salir. Y te los daban. Bastantes más subidas de pensión se merecen que les paguemos.
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