TIRO AL AIRE
El verdadero amor de verano
Igual que los verdaderos amores se viven en secreto, las auténticas vacaciones no se publican. Sin fotos, sin 'reels', sin 'stories'
Esta casa es una ruina (versión Moncloa)
Ha dimitido una
Pronto los manuales del 'neosaber' estar incluirán la cuestión en su lista de vetos. Junto al no se pregunta si quieres tener hijos –piiiii, invasión de la intimidad– y no se pregunta a qué te dedicas –piiii, tu trabajo no te define– habrá que añadir ... no se pregunta dónde vas de vacaciones. ¿Por la intimidad? Buah. ¿Porque tus vacaciones no te definen? Buah. Lo cierto es que nadie quiere que su destino pierda la esencia, se masifique, se vuelva caro, insoportable, invivible. Hay que temer al turboturismo. ¡Tarde! Ya no se puede ir a ningún sitio. La frase no es mía. Es patrimonio nacional. Europeo. En mayo, una amiga lo sentenció a la vuelta de Viena. Un fin de semana cualquiera. Lo que no hayas reservado hace meses ni lo hueles. El resto, colas y colas.
Ha muerto el viaje semi improvisado, el de relax, el de paseamos, entramos a algún museo y luego picamos algo. Existirá en otras latitudes, no en estas. En julio y agosto, menos. El resto del año, tampoco. Prueben a ir a Londres cuando sea. A pedir mesa en Estepona. O en el restaurante escondido de tal pueblecito gallego. Y así, un año tras otro, desde hace muchos.
La gente se envuelve en una nebulosa de generalidad cuando le preguntas dónde va cuando aprieta el calor. Al sur. A Asturias. A los Pirineos. Google Maps afina su precisión, la conversación la pierde. Se vuelve entre pillina e incómoda. Hay quien te fulmina con la mirada ante la inocente pregunta. ¿Cómo te atreves?, chillan sus ojos. Los tumbas del veraneo no sueltan ni media del hotel ni del pueblo. De la playa, menos. Eso se defiende con tu vida. Yo misma he de llevar algún vino encima para que se me escape una mínima pista de la mía. Una década viviendo en Mallorca, sé qué viene después del 'instagramer'.
Igual que los verdaderos amores se viven en secreto, las auténticas vacaciones no se publican. Sin fotos, sin 'reels', sin 'stories'. Las redes sociales son publicidad. Los destinos, el producto. Sus residentes, los más vendidos.
Los demás nos ponemos muy gallitos con los antiturismo, pero cuando nos callamos el destino y presumimos de ir a sitios que nadie conoce y que no desvelaremos, somos como ellos. Inevitablemente. Somos españoles, somos ellos. Compartimos con los pancarteros del 'Tourists, go home' más de lo que creemos.
Tú crees que, para que tu amor de verano no se desboque, basta con tu granito de arena silencioso. Pero no. Quienes están comprometidos de verdad con el destino, quienes sí se han casado con él, lo saben. A nosotros el asunto sólo nos ocupa una semana o dos. Un mes, a lo sumo. Pero ellos viven allí. O intentan vivir allí. Todo el año. Podemos evitar este debate los años que queramos. Sólo serán, ya lo hemos visto, años perdidos. Porque cualquier destino turístico, como cualquier amor, sólo sobrevive si se cuida. Y no sólo desde el silencio.