tiro al aire
Pan para Vox
Tras algunos resultados, el partido se está poniendo muy de pan para hoy y hambre para mañana
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Asisto estupefacta a los obituarios (políticos) que halagan a Espinosa de los Monteros. Mea culpa por no haber estado más pendiente. Pero soy de desconexión fácil. A la que escucho un par ideas que me parecen sin fuste, ignoro al personaje. Como si el ... culebrón Thai del verano que a mí también me tiene enganchada aportara argumentos razonables.
El caso es que mientras se escribe el 'best seller' del doctor escultor de cuerpos y el efebo yo lo que quiero son más datos de la ruptura Vox-Espinosa de los Monteros. Por favor, un libro. Con las preguntas, las dudas, los momentos de bajón, los perdones, las vistas gordas y los intentos de reconducir la situación. Con prólogo de Macarena Olona, que seguro que ya lo tiene escrito porque lo anunció. El suyo propio, digo.
Cuando un político se marcha de un partido así como lo han hecho ellos, con esa extraña elegancia de «Ahí os quedáis, tengo mi vida» sólo hay dos explicaciones: o no les dejan mandar como quieren o han visto una luz. Es decir, pérdida de poder, de esperanza de poder –¿un ministerio?, ¿qué hay de lo mío?– o iluminación de la inteligencia. A veces una cosa lleva a la otra. A la que te bajas del pedestal abres los ojos. «Mientras no te mueves, las cadenas no se notan», que dijo Rosa Luxemburgo. Olona las habría intuido estando dentro, o eso parece por las miguitas de pan que fue tirando luego. Su crítica a la democracia interna podemos ignorarlo porque ¿dónde la hay completa? Pero nos dejó en ascuas cuando habló de la testosterona del partido. Qué ganas de que salga una mujer de Vox a contar su Eureka con el feminismo. Se puede estar en contra de las formas para llegar a la Igualdad pero ¿de alcanzarla? La primera vez que entrevisté a un político de Vox me preguntó –él a mí– qué leyes discriminaban a las mujeres. Como si las leyes no escritas fueran el papel mojado de la convivencia. Como si cada semana una mujer o dos o tres asesinaran a su maridos porque ellos querían separarse y buscar su libertad. Una cosa es criticar la forma de llegar al objetivo y otra tirar a la basura el objetivo. Ahí es cuando el liberalismo de lona, o loneta, se da de bruces con la realidad. Ocurre con las subvenciones. A Vox no le gustan las paguitas o, habría que precisar, algunas paguitas. Las mismas mentes formadas en elitistas escuelas de negocios declararon la guerra a las subvenciones de la Cultura pero se abrazaron a otras. «La PAC es que la barra de pan cueste un euro», suele resumir el directivo de una entidad bancaria española especializada en la gestión de este dinero. Y sin embargo, Vox se ha ido a sembrar y pescar al campo. No sé cómo se come esto en el partido. Porque, fuera épica, comer hay que comer. Y a lo mejor eso es en lo que más se fijan los que se van. Que tras algunos resultados, el partido se está poniendo muy de pan para hoy y hambre para mañana.