TIRO AL AIRE
El pacto de debajo de las piedras
No se trata de una nueva enfermedad. Son las manifestaciones físicas de la humillación
El fin del disimulo
Pero, ¿gritó usted que no?
Para analizar el último acuerdo Sánchez-Puigdemont, hoy les propongo un pequeño juego. Se trata de un par de ejercicios que les ayudarán a saber si éste, el 'pacto de debajo de las piedras', lo llamaremos, supone una humillación o una victoria para Sánchez y los suyos ... .
Empezamos. Cierre los ojos e imagine que forma parte del Consejo de Ministros de España –es decir, es usted uno de sus 22 ministros–. Lleva varias horas esperando a que se celebre tal Consejo porque su Gobierno está negociando con un prófugo de la Justicia española. Ante esta situación, podrá notar que se le encorvan los hombros, que la cabeza se le baja un poco, que se le instala en la cara una sonrisa forzada y que le sudan algo más las manos. No se trata de una nueva enfermedad. Son las manifestaciones físicas de la humillación.
Ahora bien, también puede ocurrir que al cerrar los ojos y verse como ministro o diputado socialista, una vez anunciado el acuerdo con Junts, haya sentido que se le relajaban los músculos y se le aflojaba la mandíbula. Entonces es usted de los que lo considera una liberación. Es más, visualiza una victoria. Sí, hasta se ha quedado un buen día en Madrid, podría usted decir. No importa el temporal si la dicha es buena. Que se apunte la derrota el PP.
Segunda prueba. Pongámonos en el lugar del presidente. Cierre los ojos e imagine que es él. ¿Se ve usted convencido de que hoy España es mejor que ayer gracias a usted? Notará entonces que se le expande el pecho, se le alarga la espalda, se le escapa una sonrisa y se le acelera un poquito el corazón. Se sentirá invadido por esa sensación de victoria. Una muy fuerte, la que se alcanza cuando se gana cuando casi todo está en contra. O cuando se gobierna en minoría y con unos socios que no esconden que quieren chuparte hasta la última gota de sangre. Y aun sí, se sigue en pie.
Ahora bien, también puede ser que, cerrando los ojos e imaginándose en el papel de Pedro Sánchez, al pensar en lo pactado se le nuble la mente, note que le sube un rubor al rostro, como que le pica la cara… A la vez, sus manos, sin querer, se mueven de forma nerviosa… ¿Cómo he podido aceptar debatir una moción de confianza? ¿Qué imposición es ésta? En definitiva, se siente humillado por haber tenido que pasar por ahí. Es lo que tiene pactar debajo de las piedras. Para ayudarle y rebajar su cortisol, recuerde, usted, Pedro Sánchez imaginario, que ya encontrará remedio para eso que acaba de prometer y no va cumplir. Cuenta con la experiencia de haberlo hecho otras veces. ¿Ve? Ya vuelve la energía.
Y acabo. Último ejercicio. Si cierra usted los ojos, y el viento que sopla estos días en la península se lo permite, podrá escuchar unas risas a lo lejos. No son imaginaciones suyas. Vienen de Waterloo. ¿Las oye, verdad? La clave está en si le hacen gracia o no.
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