TIRO AL AIRE
Ministerio de 'after hour'
El secreto para no caer en la ilusa trampa de la idea de 'after hour' es revisarla al día siguiente, sin resaca
Esperar primaveras (10/3/2023)
Querida Clara (8/3/2023)
Cada viernes por la mañana su rastro los delata. Es esa hora en la que los últimos del 'after hour' se acaban de retirar, al servicio de limpieza aún no le ha dado tiempo a pasar y los niños, con prisa, entran al colegio ... cercano. Cristales rotos, botellas tiradas, vómitos en la acera y ese olor dulzón que se pega al asfalto en la puerta de los bares de copas. Ejemplo perfecto de cómo la calle es de todos.
Otro jueves de fiesta, pensamos los padres, amarrando más fuerte las manos de los pequeños, mientras cruzamos el campo de porquería, recordando quizá, con nostalgia, nuestras noches de fiesta hasta el amanecer. Me acuerdo de algunos 'afters' de museo, con billares de época. De otros en los que no ponían ni música. Solíamos llegar agotados, pero aún alegres y con un solo objetivo: que no terminara la noche cuando ya hacía horas que lo había hecho. Pedíamos algo en la barra sin ganas, sin capacidad de elección, porque de poder elegir a esa hora cualquiera elige café y tostada, o mejor, cama. Con la última cerveza, terminábamos hablando sobre cualquier tema que siempre era profundísimo y valiosísimo porque todo debate a partir de las seis de la mañana si vienes de fiesta es de una hondura y una rebeldía inusitada.
A los 'after', presumíamos, sólo llegamos los valientes. Los demás han ido cayendo: por cansancio, porque han bebido demasiado, porque han ligado, porque son aburridos. Nosotros éramos la verdadera resistencia. Los conquistadores de la noche y el día. Los que más aguantábamos. Qué grandes ideas salieron de allí. Proyectos de libros, de viajes, de reportajes de investigación. Tan brillantes que estoy segura de que ha sido en ese ambiente donde se han gestado los eslóganes más 'top' del actual Ministerio de Igualdad. En ese momento de subidón-bajón de la marcha, cuando ya casi no sabes dónde estás, pero te sientes libre. De un ambiente así surgen las conversaciones sobre la regla y el sexo. De esos escenarios en los que uno se cree más listo que el hambre sólo porque ha conseguido alargar la farra más que el resto y se autoconvence de que los tontos son los otros, los que están durmiendo. O madrugando. Así nació 'sola y borracha'. Qué maestras, amigas, se dijeron, sin ver que la cosa atenta contra la principal línea de flotación de la juventud: la amistad. Nunca, hombre o mujer, un amigo permite a otro que se vaya solo cuando se pasa con el alcohol. No se le deja conducir jamás, ni al volante –ya lo dijo la DGT– ni en la acera. Norma de oro, al menos en todos mis grupos de amigos. Si se les olvida la escuela de la amistad, imaginen la de la familia.
El secreto para no caer en la ilusa trampa de la idea de 'after hour' es revisarla al día siguiente, sin resaca, y pensando no sólo en los que salen de fiesta, sino también en los que, por la mañana, sobre la misma acera con restos de su juerga, llevarán a sus hijos al colegio.