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El jabón de Castilla
Si no estás atento, trabajas, te asocias y te vendes bien, a la que te descuidas ya no es tuyo ni tu propio jabón
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El jabón de Castilla comparte composición básica con el afamado jabón de Marsella: aceite de oliva, agua y sosa cáustica. Señalan los historiadores que el nuestro fue anterior. Habría nacido sobre el siglo X en el valle del Guadalquivir, de manos de los árabes, con ... las primeras jabonerías, las almonas. Así fue como Sevilla atesoró alguna de sus grandes fábricas, las Almonas Reales de Triana. El origen de la denominación baila, pero una de las teorías apunta a que podría tomarse de la calle, de la calle Castilla, en la que estaban situadas las factorías. No se descarta tampoco que se debiera a su extensión por el Reino de Castilla. Lo hizo en el siglo XIV convirtiéndose en un preciadísimo producto de limpieza –y por tanto, de belleza–. También, de salud: por lo que contribuyó a la higiene de la población.
Coincidiendo con esta expansión empezó, en nuestra vecina Francia, la creciente industria de Marsella. Hoy las Almonas de Triana son historia y el galo un jabón con cifras de producción y exportación millonarias.
En algunas casas españolas las madres siguen elaborándolo como antaño. Como economía de aprovechamiento de aceite usado o por puro amor por lo artesano. No es que ya no tengamos producción industrial, es que ni por su nombre lo llamamos. Aquí he escuchado más la denominación de jabón de sosa, un apellido bastante menos glamouroso que el localizador «de Castilla» o «de Marsella».
Suelo acordarme del fatal destino de nuestro jabón de elegante nombre al pasar por la puerta de esas jabonerías de colorines, brillos y aromas que inundan algunas calles comerciales. También en el super en el pasillo de detergentes. El jabón de Marsella, denominación de origen añadida a su colada. El nombre de 'Jabón de Castilla' lo lucen, en pequeño, algunos jabones cosméticos españoles, pero como firma propia sólo se encuentra en… EEUU. Ni eso retuvimos y con el tiempo, verán, también se perderá la tradición de hacerlo en casa.
El contrario destino de ambos jabones no sé si dice algo de los españoles y de los franceses, de la diferente forma, del vino al queso, de sacar pecho con lo patrio. Pero la comparativa sí demuestra la falsedad de arraigados eslóganes como el de 'el secreto está en la masa'. No se lo crean. Con casi la misma receta –en Marsella agregan hierbas aromáticas como la lavanda–, los resultados no pueden ser más opuestos.
Tal vez no sea tarde –¿qué son unos siglos en la Historia?– y algún día el jabón de Castilla regrese con fuerza, ahora que tanto se tira de nostalgia. Pero a nosotros, en este punto, sólo nos queda la lección que nos arrolla desde el otro lado de los Pirineos. De Marsella a Waterloo, con casi los mismos componentes y herramientas y aun conociendo la fórmula desde hace siglos, si no estás atento, trabajas, te asocias y te vendes bien, a la que te descuidas ya no es tuyo ni tu propio jabón.