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TIRO AL AIRE

Un fiscal y dos imperios: el de la Verdad y el de la Ley

Ninguno de mis datos será privado para la Administración si ya circula por ahí

Una de cada tres. En Moncloa más

Bancal de rosas marchistas

María José Fuenteálamo

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Si un dato deja de ser confidencial por aparecer en un titular, la privacidad ha muerto. Este es uno de los argumentos del voto particular de la sentencia condenatoria al fiscal general. De las 238 páginas de la sentencia, más de 50 son de ... voto discrepante. En él se insiste en que no son confidenciales datos que ya se conocen en la opinión pública. «Ya se habían difundido [por periodistas] y eran de público conocimiento», explican las dos magistradas sobre los datos incluidos en famosa, y clave de bóveda de la sentencia, nota de prensa. La frase, como ciudadana, me resulta aterradora: ninguno de mis datos será privado para la administración si ya circula por ahí. Como periodista, me abre una caja infinita de anzuelos. Podría pescar cualquier dato jugando al error. Pero no. Lo dice la misma sentencia 30 páginas antes de que Ana Ferrer y Susana Polo tomen voz: «El deber de confidencialidad del fiscal general del Estado -de cualquier funcionario del Ministerio Fiscal- no desaparece por el hecho de que la información que él conoce por razones de su cargo ya haya sido objeto de tratamiento público». Y continúa: «El que otros medios dispusieran del correo… no neutraliza el deber de confidencialidad. Sobre el señor García Ortiz pesaba un reforzado deber de reserva que quebrantó sin justificación».

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