TIRO AL AIRE

Un Estado de Santos Inocentes

Empiezo a ser consciente de que los inocentes somos casi todos y las bromas las gastan los de arriba. Aunque las revisten de seriedad

Los Santos Inocentes me suenan más a Delibes que a broma telefónica o a que te pidan pasta, confíes en la devolución y al final, nada. ¿No es eso ser autónomo? De todas las fechas señaladas del calendario gregoriano, yo, que ante todo soy una ... mujer que idolatra las fiestas, a ésta no le veo la gracia. Es probable que no se me asignara suficiente sentido del humor al nacer, lo que no quita que no me haya echado unas risas a costa de algún inocente en este día. O de la gracia de su artífice. Qué difícil saber de dónde viene el humor. Ni el bueno, ni el malo.

Las versiones del porqué de este día difieren, como tantas fechas de nuestra civilización, entre lo religioso y lo pagano. De un lado, la orden de Herodes de ejecutar a todos los menores de dos años de Belén para acabar con el rey de los judíos, con el Mesías. De otro, la fiesta romana para celebrar a Saturno con verbena, jolgorio y risas, pero limitadas. De ambos sitios venimos y en ambos sitios seguimos. La marmota de la Historia. Siempre habrá políticos empeñados en perseguir a quienes los ponen frente al espejo y en acotar el humor. Temen, fijo, que se rían de ellos.

El miedo al ridículo se cura con la edad. Como lo de troncharse con algunos chistes. A mí me pasa. Debe ser que empiezo a ser más consciente de que los inocentes somos casi todos y las bromas las gastan los de arriba. Aunque las revisten de seriedad. La ironía es que, a la vez, quieren controlar el humor. Está claro que es para que no los pillen. Porque por aquí abajo cada vez se hace menos guasa. No hace falta que les diga yo de cuántas cosas no se puede bromear, o para ser más exacta, de cuántas cosas no podemos bromear nosotros. Porque los que establecen las normas se las pueden saltar. Decía Chaplin que «a fin de cuentas, todo es un chiste», pero aquí nadie bromea con la de la gasolinera ni la de la cesta de la compra. Con nadie me refiero a la calle. Inocentes. Porque en el Gobierno es un pitorreo. Ellos te dicen qué pensar pero, aunque mantienen 22 ministerios y defienden un Estado laicísimo, algunas de sus decisiones parecen tomadas por espíritus santos. El IVA antes no se podía bajar. Ahora sí. Bien, pero ¿antes por qué no? Inspiración divina, quizá. Hasta sus nuevas leyes se rigen por creencias. Fuera expertos. Es la broma infinita. Somos el Estado de los Santos Inocentes: vivimos perseguidos por los miedos de otros y con el humor restringido. Se nos impone una broma pesada como la que nos contó Kundera. No se permite ni la guasa cariñosa. Ni con el amor. Ni con el sexo. Ni con la persona. Ni con el animal. ¿Qué nos queda? Reírse de uno mismo. Pero bajito, por si acaso. No vayan a creer que nos reímos de ellos.

PD. Feliciten cualquier fiesta siempre que quieran: no hacerlo es considerar al otro un intolerante y eso sí es ser intolerante. Poca broma.

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