tiro al aire
Casas baratas
Cuando la gente sale a la calle habla de los caseros, de los fondos, de la especulación... pero su mensaje tiene un destinatario central: el Gobierno
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Presunto inocente
Así nos referíamos a veces a las VPO en los años 90: casas baratas. También las llamaban «les ha tocado la lotería». Quien conseguía una vivienda protegida con el paso de tantos años podía ponerla en el mercado libre. No estoy diciendo que nadie cambiara ... de escalón social. Sólo digo que les tocaba la lotería. Y muy bien por esas familias, porque si habían accedido a una VPO era porque la necesitaban. Pero muy mal por el Estado, y todos los Gobiernos que jugaron a ese juego. Hay dos formas de no tener parque de vivienda social. La primera es no construir VPO. La segunda, que ésta sea de usar y tirar –al mercado–. Así, lo público también engorda lo privado. Total, es el único mercado, amigos.
Hoy no disponemos casi de VPO, especie en extinción, y sí de un único mercado. En el mismo tablero juegan –en los extremos– nuestros hijos cobrando el SMI, o ni eso, y los grandes fondos de inversión. Pocos sectores esenciales como éste. Ni la sanidad. Ni la educación. Ya nos gustaría ver un encarnizado debate de cómo los gerentes de las empresas de vivienda pública trabajan por la tarde en la privada. O como las empresas autonómicas de suelo le hacen la competencia a las grandes promotoras. O un sistema mixto, concertado. Nada. Como si el mercado de la vivienda fuera intocable. No vaya a ser que regulemos su rentabilidad.
Pero a estas alturas de la película –de terror– ladrillera, la solución pasa menos por buscar culpables que por pactar soluciones. Conclusión de expertos: si alguien las encuentra, no serán rápidas ni fáciles ni indoloras. Sobre todo, para las arcas públicas.
Que algo hay que hacer lo tienen tan claro en Moncloa como en Génova aunque sea más fácil hablar de aranceles, de China y hasta de guerras. Porque rearmar al ciudadano frente al bélico sistema de vivienda en el que estamos instalados va a ser bastante más complicado. Sobre todo, porque hasta puede parecer una cuestión ideológica, pero no. No lo digo porque sea un asunto Constitucional, que también. Pero lo mismo nos daría que lo de una vivienda digna no viniera en nuestra Carga Magna, como la sanidad, la educación y el sistema impositivo justo. Hoy el ciudadano sabe por qué vota. Y los partidos políticos también.
Cuando no hay viviendas asequibles para las clases trabajadoras; cuando una familia con dos nóminas no puede permitirse pagar una casa, ni hipotecándose ni alquilando, el problema no está sólo en la calle. También está en el Gobierno. O, sobre todo, está en el Gobierno. Más aún si éste se dice de izquierdas.
Cuando la gente sale a la calle a pedir casas baratas habla de los caseros, de los fondos y de la especulación, pero su mensaje tiene un destinatario central: el Gobierno. Este Gobierno nos sale muy caro, dicen. O no nos renta. Por hablar el idioma de los que se han quedado sin casas baratas.
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