La tercera
El trabajo que desgarra la salud mental
La tecnología ha borrado los límites entre la vida personal y el trabajo y gran parte de las organizaciones no tienen políticas de desconexión digital
De la modernidad al poshumanismo (10/10/2023)
Antisemitismo sin complejos (9/10/2023)
Muchas personas me aconsejaron que nunca dijera nada de aquella depresión que me apartó repentinamente de mi primer trabajo en televisión y que me dejó fuera de combate durante seis meses. «Bórralo de tu 'currículum vitae'. Si lo cuentas, nunca llegarás a ser nadie ... en el periodismo», decían. Así que guardé silencio y no lo mencioné ni en la entrevista para obtener una prestigiosa beca Fulbright, ni en el proceso de selección de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Conseguí ambas cosas. Parecía que había dejado atrás aquellos días en los que me era imposible encontrar ni fuerzas ni ganas para salir de la cama.
Años más tarde, fui una pieza fundamental en el equipo que obtuvo un premio Pulitzer por los 'papeles de Panamá'. Lo había conseguido: ya era alguien en el periodismo. Sin embargo, esa carrera hacia el éxito llegó con un coste que no anticipé. No solo tuve problemas de salud física asociados al estrés que me llevaron a perder un ovario y tener desajustes de tiroides, sino que también me encontraba tan exhausta física, emocional y mentalmente que hubo un día en el que decidí que la única manera de salvarme era parar. En esta ocasión, fue el síndrome del trabajador quemado o 'burnout' lo que me dejó fuera de juego.
Durante mucho tiempo pensé que yo era un fracaso, a pesar de todos los reconocimientos que acumulaba, que era demasiado débil para aguantar. Ahora sé que eso no es cierto. La causa principal de mis problemas de salud mental fue el trabajo. Nuestro modelo productivo, en donde cuenta más cuánto haces que cómo estás, está desgarrando las mentes de millones de personas.
Cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo a nivel global debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial un billón de dólares anualmente, según la Organización Mundial de la Salud. En España, la depresión es ya la segunda causa de incapacidad laboral, y provoca las bajas más duraderas.
En la semana en que celebramos el Día Mundial de la Salud Mental, me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a esperar para poner remedio a esta epidemia silenciosa? Creo que gran parte de la solución para tener una buena salud mental en el entorno laboral tiene que venir desde dentro de las empresas y no pasa por ofrecer clases de yoga o de 'mindfulness'. Estas técnicas son insuficientes si las cargas de trabajo son tan poco realistas que llevan a los empleados, incluidos mandos intermedios y altos cargos, a echar muchas horas extra de forma cotidiana. En mi camino tratando de convencer a ejecutivos para que conviertan el bienestar y la salud mental en valores estratégicos y fundamentales de sus organizaciones, me he encontrado de todo. Cada vez hay más personas convencidas de que un cambio es necesario, sobre todo en los sectores donde hay pocas personas para los puestos necesarios y la captación de talento es compleja (por ejemplo, en las empresas tecnológicas).
También hay muchas resistencias. Ciertas frases se repiten, independientemente de la industria: «siempre lo hemos hecho así, ¿por qué trabajar de otra manera?»; «son los jóvenes los que ya no aguantan tanto como antes»; «tenemos otras prioridades, como cumplir objetivos»; «esto del bienestar y la salud mental es una moda pasajera». La peor es ésta: «al trabajo se viene llorado de casa».
No podemos venir llorados de casa si el trabajo en sí es la fuente del sufrimiento. Los resultados de las encuestas en algunas de las profesiones más admiradas muestran una realidad muy nociva. Uno de cada tres abogados decía que el trabajo tenía un impacto negativo o extremadamente negativo en su bienestar, según la International Bar Association (Asociación Internacional de la Abogacía). El 72 por ciento de los emprendedores tenía preocupaciones por su salud mental, según un estudio de la Universidad de Berkeley. El 70 por ciento de los periodistas y comunicadores consideraba que el estado de salud mental de sus colectivos es un problema, según la Asociación de la Prensa de Madrid.
Apuntar certeramente a las causas es complicado, pero si uno mira a la encuesta de condiciones de trabajo a nivel en la Unión Europea, realizada por Eurofound, se ve la siguiente foto: la mayoría de los trabajadores tenemos que producir muy rápido, con fechas de entrega ajustadas, nos llevamos las preocupaciones laborales al hogar y de manera ocasional o frecuente estamos demasiado cansados para hacer las tareas de la casa. No ayuda el hecho de que la tecnología haya borrado los límites entre la vida personal y el trabajo y que gran parte de las organizaciones no tengan políticas de desconexión digital. A su vez, no debemos olvidar el coste emocional de la precariedad. Un reciente informe del Ministerio de Trabajo apuntaba a que un tercio de los casos de depresión entre la población activa se podrían haber evitado con un empleo estable.
En muchas ocasiones es difícil poner cara a todas estas cifras por el estigma, por el miedo a que levantar la mano vaya a perjudicar nuestra carrera. Pocos nos podemos permitir decir en voz alta: he tenido depresión. Yo guardé silencio durante años. Por suerte, cada vez hay más personas que cuentan su experiencia, como artistas, deportistas o emprendedores, pero aún falta generar suficiente seguridad psicológica en la mayoría de las empresas para que lo pueda hacer cualquiera, crear culturas en donde esté normalizado el poder pedir apoyo.
Este primer paso necesario tiene que ocurrir junto a medidas de formación a los niveles más altos de la empresa, que conlleven acciones para propiciar unas condiciones de trabajo más saludables. Invertir en prevención y concienciación de salud mental tiene un retorno de la inversión de 5,6 a 1, según Deloitte. A pesar de ello, existe un gran desconocimiento sobre cómo prevenir e identificar los problemas.
Detrás de un caso de una empleada rindiendo menos que antes ('underperforming') puede perfectamente haber un 'burnout'. Aún me sorprende lo poco que se aplica una de las medidas más eficaces, según los expertos, para mitigar el síndrome del trabajador quemado: las reuniones regulares uno a uno, vis a vis, entre el jefe y el trabajador.
Cuando los investigadores de la Escuela de Administración y Dirección de Empresas Sloan del MIT analizaron por qué se estaba generando el fenómeno de la 'gran dimisión' en Estados Unidos, cuando millones de estadounidenses renunciaron a su empleo por estar insatisfechos con él, se dieron cuenta de que una cultura empresarial tóxica era el principal factor por el que las personas dejaban su trabajo.
El mercado laboral en España no pone tan fácil irse, pero no creo que sea muy desacertado pensar que esos ambientes tóxicos están detrás de la mala salud mental de muchos españoles. Es el momento de dejar de pensar que este es un problema pasajero y que ya vendrán otros que sí aguanten, porque quizás llegue un punto en el que no vengan más. Cuidar de la salud mental de los empleados no solo compensa, es la mejor medida para ser competitivos en el largo plazo.