la tercera

La Europa de Dante

No cabe duda de que la mayor parte de lo que defendió Dante en sus obras hoy en día sería catalogado como ideas 'rancias' y 'conservadoras'

Dialécticas europeas

¿Qué es la inteligencia auxiliar?

carbajo & rojo

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

La tentación de leer a Dante en clave presentista es muy fuerte. Ni siquiera el gran Umberto Eco, una de cuyas célebres fórmulas da título a esta Tercera, dejó de tropezar en esa piedra. En una columna publicada en 'L'Espresso' en octubre de ... 2009, en el fragor de la batalla cultural italiana, Eco, reconocido izquierdista, escribió: «Han existido grandes intelectuales conservadores o directamente reaccionarios; y reaccionario no es una palabra fea, como lo era en los tiempos de Peppone y Don Camillo, porque ha habido pensadores y artistas que han añorado una vuelta a alguna tradición, o a un Antiguo Régimen, y esto quiere decir reaccionario, no alguien que quiere matar de hambre a los obreros o que es necesariamente fascista. En ese sentido, un gran reaccionario fue Dante, que no era un intelectual como para despreciarlo».

La derecha italiana parece querer dar la razón a Eco. En enero del año pasado, el ministro de Cultura italiano, el periodista Gennaro Sangiuliano, afirmaba que el «il fondatore del pensamiento de derechas en Italia fue Dante». En la misma línea, el escritor italiano Camillo Langone, en una columna publicada en 'Il Foglio' el pasado 25 de mayo, afirmaba que «la Divina Comedia se opone a Bruselas y a Washington, a la inmigración y a la misericordia bergogliana».

Ahora bien, cabe preguntarse ¿qué hay de verdad en todo ello? Comencemos con la definición que hace Umberto Eco de Dante como «un gran reaccionario». Lo primero que cabría preguntarse es ¿qué tipo de reaccionario? Sin duda, no uno del tipo de Edmund Burke o Joseph de Maistre, por nombrar dos ilustres intelectuales que reaccionaron contra el Terror jacobino. Por supuesto, Dante es muy anterior al propio concepto de reacción contrarrevolucionaria, al igual que su época precede en cinco siglos a conceptos como izquierda y derecha, por lo que su reivindicación como fundador de la 'Destra' es un anacronismo.

Con todo, Dante era, a su manera, un reaccionario. Desde que se produjera su exilio de Florencia en 1301 se podría decir que el resto de su vida fue una reacción contra los males de su época. Una reacción literaria y filosófica, pero también política. En efecto, más de trece siglos después del fin del ágora griega y el foro romano como espacios de libertad política, Dante fue el primer ejemplo en la historia de Occidente de 'intelectual' comprometido en la vida pública (diferente del 'intelectual orgánico' al servicio del Estado). Luego resulta legítimo interpretar su vida y su pensamiento en clave política.

No cabe duda de que la mayor parte de lo que defendió Dante en sus obras hoy en día sería catalogado por intelectuales progresistas de menor sabiduría que Umberto Eco como ideas 'rancias' y 'conservadoras'. Para empezar, Dante, un devoto católico que creía en el Cielo y el Infierno, consideraba que el fin supremo de las sociedades era la salvación de las almas. Para él, lo espiritual era una realidad tangible, más decisiva para el ser humano que las realidades materiales.

Pero, antes de encasillarlo, veamos los matices de su pensamiento. Repasemos en qué consistió su reacción: Dante abogó por una Iglesia pobre y humilde en la que el Papa dejara de entrometerse en la vida política. De hecho, a su pluma se deben los ataques más severos contra el poder del clero jamás escritos por un católico (lo que no ha impedido que tres papas le dediquen encíclicas). También cuestionó duramente a los banqueros y mercaderes que habían introducido una cultura del beneficio económico en la Italia de su época. Y proclamó que el cultivo de la filosofía y las artes era la actividad suprema.

Además, Dante atacó la pretensión de soberanía de los poderes particulares, tanto las repúblicas urbanas como los reinos, por romper la unidad política de la Cristiandad y desafiar la jurisdicción universal del Sacro Imperio Romano. Y esto le diferencia de Petrarca y la mayor parte de los humanistas: Italia o Florencia no eran el epicentro de sus lealtades. Dante creía en la Roma eterna y universal «donde Cristo es romano». El padre de la lengua italiana creía en el Imperio y la Cristiandad antes que en Italia.

Es decir, el poeta florentino fue un gran defensor de la unidad política de Europa. Era alguien para el que la multiplicación de los Estados-nación, principal referente de los reaccionarios del siglo XXI, suponía un obstáculo para la paz universal, una paz que él consideraba el objetivo principal de la acción política. Luego si reaccionario es leído hoy día como nacionalista, nadie menos reaccionario.

Algún lector puede que esté confuso ante esta paradoja. Quizás un poco de contexto sea aquí de ayuda. Comencemos por recordar que el problema del prejuicio ideológico antimedieval no se circunscribe sólo al anticlericalismo como se suele creer. El papel del Imperio y la Iglesia en la génesis de Europa ha quedado oscurecido en la opinión pública actual por el nacionalismo romántico decimonónico, que consideró el universalismo imperial o eclesiástico como una forma de opresión tiránica o una utopía quijotesca. La narrativa histórica liberal española y alemana del XIX contra la monarquía universal de los Austrias es un buen ejemplo de ello. Así lo señala Dalmacio Negro: «El predominio de la historiografía nacionalista ha tenido mucha influencia en el oscurecimiento y tergiversación de la herencia europea, así como en la falta de una historia europea unitaria y los extendidos prejuicios contra la Edad Media».

Y es que el Medievo, cuna indiscutible de nuestras identidades nacionales, aunque fuesen en estado embrionario, fue también paradójicamente la época por excelencia del universalismo. Que este universalismo cristiano (no confundir con el actual globalismo) no tiene por qué darse necesariamente por muerto, lo recuerda la encíclica 'Altissimi cantus' del Papa Pablo VI que conmemoraba en 1965 el 650 aniversario de Dante: «Al Emperador se le confía la tarea, más que cualquier otra cosa en el orden moral, de hacer triunfar la justicia y aniquilar la codicia, que es la causa del desorden y las guerras: a partir de esto parece necesaria una monarquía universal. Esto, esbozado en términos medievales, requiere un poder supranacional ('supernationalis potestas'), que ponga en vigor una ley única para proteger la paz y la concordia de los pueblos. El presagio del divino poeta no es en absoluto utópico, como puede parecer a algunos».

En definitiva, evitemos interpretaciones del pasado propias del maniqueísmo de apocalípticos e integrados. Ni Europa es un 'invento' de Bruselas, un simple agregado artificial de los genuinos Estados-nación cuya identidad se remontaría a los tiempos ancestrales de Viriato o Vercingétorix, ni tampoco debería ser un constructo egoísta y sin alma de consumidores y burócratas, sometido a la protección militar del 'hegemon' norteamericano e inmerso en inquietantes experimentos de ingeniería social. La Europa soñada por Dante era una Europa de la compasión, el espíritu y la memoria. La compasión cristiana, el espíritu helénico y la memoria de Roma. Sin ellos, me temo que Europa no será más que un fantasma.

SOBRE EL AUTOR
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

es catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo

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