pincho de tortilla y caña
Otra vida
He perdido el sentido del humor que alguna vez tuve y ya no soy capaz de echar mano de la ironía
El impostor (6/9/2023)
El globo del miedo (26/7/23)
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEstoy hecho polvo porque un amigo mío, después de leer un libro que escribí sobre Mario Conde hace treinta años, me ha mandado un WhatsApp en el que dice: «Está escrito en un estilo cachondo que no te conocía. En las columnas eres más serio». ... No hay otra manera de interpretarlo: con el tiempo me he vuelto un coñazo. He perdido el sentido del humor que alguna vez tuve y ya no soy capaz de echar mano de la ironía para quitarle hierro a los bochinches de cada día. Debo de haberme convertido en uno de esos pelmas de gravedad insufrible que se pasan la vida pronosticando calamidades o tratando de salvar a la humanidad con exordios apocalípticos. Arrepentíos, llega el fin del mundo. Qué horror. No quiero ni pensar que siempre hablo enfadado, como Cuca Gamarra, o enfurecido, como Irene Montero, ni que me paso la vida dando lecciones de patriotismo, como Jordi Buxadé, o ejerciendo de salvador del pueblo oprimido, como el iluminado Puigdemont. Vale que no haga falta que todo te la sople, como a Sánchez, pero quiero pensar que entre un extremo y otro hay un punto intermedio donde, según recuerdo, solía desenvolverme con soltura en una vida anterior.
Tengo que ver qué diablos ha pasado en este tiempo para que mis amigos me manden mensajes como el que ha dado pie a este artículo. Ya sé que tengo fama de cascarrabias entre algunos oyentes de mi programa de radio y que otros amigos más íntimos me tildan abiertamente de tocapelotas, pero siempre he creído que unos y otros se dejaban engañar por la imagen del personaje que protege mi verdadera personalidad, manifiestamente mejorable pero más bonancible de lo que parece. A lo peor me engaño como a un chino. Tal vez el hecho de jugar con mis nietas al corro de la patata menos de lo que me gustaría, o de acariciar con nostalgia la calavera del tiempo, o de coincidir demasiadas veces con las tesis que defiende el grandísimo Cuartango en sus columnas de ABC, me hayan vuelto un cenizo sin darme cuenta. Si es así hago el firme propósito de no seguir por ese camino.
Dejaré de darle importancia a lo que leo en la prensa, seré más indulgente conmigo mismo, no escucharé más a Leonard Cohen, me olvidaré de contabilizar las lesiones que diezman el vestuario del Madrid, aprenderé a disfrutar de la verdurita hervida y volveré a jugar al Tetris cuando me invada la tentación de pensar que el mundo que conocí y las ilusiones que me llevaron a la guerra se han ido para siempre. Me diré a mi mismo, mientras vuelvo a la pista de baile para practicar el 'swing', que las cosas en las que creí no están intactas pero son recuperables. Aún hay tiempo para tertulias de una sola conversación, películas de hora y media, sobremesas sin móviles, Navidades con parientes a medio volumen, afición por la verdad y novelas de aventuras. Pincho de tortilla y caña a que aún es posible desternillarse de risa mientras todo a nuestro alrededor se va definitivamente al carajo.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete